domingo, 31 de julio de 2011

La evolución de la especie

Tener una hermana pequeña a los 10 años de edad no significa que tus padres te hayan regalado una muñeca de carne y hueso con la que jugar y disfrutar. En realidad es todo lo contrario, has adquirido el estatus definitivo de niñera ayudante. Se trata de un puesto "honorario", que nunca tuviste intención de solicitar, aún sin saber lo que implicaba, en el cual no hay juegos sino responsabilidades. Fue la puntilla para terminar de aniquilar mi escaso instinto maternal (si es que alguna vez tuve alguno, cosa que dudo). Afortunadamente contaba con mi hermanísima de 9 años, cuya vocación de madre no se vio en absoluto afectada por esta circunstancia (genéticamente le había tocado todo el instinto que a mí me faltaba). Nos dedicamos, ella más que yo, a cambiar pañales, pasear a la criatura y, fracasamos estrepitosamente en la misión imposible de calmar sus lloros. Aún los recuerdo y, si en algún momento ha tratado de brotar en mí algún deseo de tener hijos, esa memoria lo ha arrancado de cuajo de mi cerebro. De tanto mecerla y darle meneos en el culo para tratar de acallarla, sin ningún éxito, la niña ahora goza de un trasero perfecto que no se verá afectado, jamás, por la fuerza de la gravedad. Ni en el mejor balneario le habrían aplicado un tratamiento como el nuestro y, claramente, la eficacia gana si se hace desde la cuna. Mi madre afirma que el pequeño es el que más se disfruta. Estoy segura de que, para ella, así fue.
Aunque fue la última en llegar, no por ello iba a ser la última en opinar. Legalmente no podía votar hasta los 18 años. Estoy convencida de que si, con 4 años, hubiese podido discutir ese punto con el presidente de turno, la constitución tendría una cláusula al respecto. Hasta a su pretendiente infantil le dejó muy claro en párvulos que ella no estaba para esas chiquilladas. Ni siquiera la madre del enamorado niño fue capaz de ablandarla. Si actuaba por convicción, era inasequible al desaliento. Además de ser guapa, lista y decidida, era sociable hasta límites sólo superados, en contadas ocasiones, por mi otra hermana. ¡Grumpy vivía rodeada de seres encantadores! Su facilidad para entablar conversación implicaba que, el conductor del autobús 45 con todo el pasaje que solía ir en él a la salida del colegio, estaban perfectamente informados, y al día, de nuestra vida, obra y milagros (otra de nuestras funciones era recogerla a la salida de clase).
Con la edad las diferencias se matizaron. Fue mi paño de lágrimas en más de algún disgusto amoroso (mi mal ojo no me hacía fijarme en candidatos idóneos, que se diga). Gracias a su criterio selectivo, demostrado desde su más tierna infancia, aprendí a escoger mejor y ahora tengo un "beautiful person" en casa, lo que no está mal para una "old grump".
Por supuesto que discutimos, es inevitable con nuestra dulce personalidad, pero también es cierto que se nos olvida de una vez para otra. No puedo evitar pensar que menos mal que tengo dos hermanas de las que he podido aprender cómo convivir con el resto del mundo. No sé que habría sido de mí sin ellas. Si yo lo veo así, no me quiero ni imaginar la opinión de los que me rodean, que no me admiran precisamente por mi don de gentes ¡pobrecillos!

3 comentarios:

Elvira dijo...

Muy bonito, aunque si tenía que discutir era porque al ser la pequeña no se me hacía mucho caso..... En cualquier caso compensa tener hermanos mayores!

Anónimo dijo...

Me ha encantado! Menudo homenaje bonito para tus hermanas!!

Anónimo dijo...

Que soy Paloma pero es que no se como hacer el perfil este que dice! Si es que soy más torpe que un cerrojo!