jueves, 17 de noviembre de 2011

Wise men say...

Un sabio conocido familiarmente como Dr. House, me dio la pista fundamental para mejorar mi vida sentimental. Resumió su sabiduría en un principio inolvidable: "Las relaciones tienen que ser fáciles". Aunque parezca algo de perogrullo, no lo es, ni por asomo. El amor te ciega y te vuelve idiota. Te hace razonar de manera ilógica aunque, en la cabeza del enamorado, todo encaja y adquiere sentido. Sufrir por amor forma parte del "encanto" del mismo. Eres capaz de soportar lo que te echen con tal de seguir con tu desastroso romance hacia delante. Si no que se lo digan al genial Wilde que terminó en la cárcel por ser incapaz de rendirse a la evidencia de su destructiva amistad con Lord Alfred Douglas, tal y como reflejan sus dolorosas reflexiones en De Profundis. En resumen, hasta aquel momento, la mayoría de mis relaciones me habían llevado por la calle de la amargura. Aquella frase, tan obvia si se refiriese a otro tipo de asunto menos pasional, me abrió los ojos.

Cupido tiene un peculiar sentido del humor. Su ironía me ha recalcado que, en cuestiones de amoríos, nunca digas: "de esta agua no beberé". Basta con que la idea se asome por la cabeza para que se afiance y tome fuerza hasta que no te la puedas quitar de encima. De esta manera me fijé en mi primer gran amor según empecé el instituto. No fue un amor a primera vista, sino todo lo contrario. Inicialmente no me causó ninguna gran impresión. Ese fue, a grosso modo, el fugaz pensamiento que se me cruzó por la mente en aquel instante. Por pura ley de contrarios, lo que provocó es que me fijará más en él, para revelar lo equivocada que estaba e, inevitablemente, terminar colada por su persona de mala manera. Por supuesto, pasó de mí. Lejos de olvidarle, me dediqué a buscar indicios de que le gustaba. Y si buscas, algo encuentras, sobre todo cuando cualquier atisbo de camaradería bastaba para autoconvencerme de que así era. Finalmente en COU tiré la toalla y, a partir de ahí (no podía ser de otra manera), se percató de mi existencia. Claro que, para entonces, yo ya no creía que eso pudiese ocurrir y atribuí su galante comportamiento a mi cambio de actitud y a la amabilidad que le caracterizaba. En estos temas, si lo que deseas es "ver", la fantasía te parece real y, si no quieres o no te interesa, te vuelves ciega a la evidencia. Incluso salía con otro, del cual también, en su momento, había pensado que no era mi tipo. Al terminar ambos el instituto, empezó nuestra historia. Durante los cuatro años largos que estuvimos juntos hubo momentos buenos y malos. De estos últimos te consideras responsable, segura de que, sin querer, has sido la causa de su disgusto y te torturas ad eternum con tus sentimientos de culpabilidad. Mucho más adelante, te das cuenta de cuales eran los verdaderos motivos que los provocaron y te sientes treméndamente aliviada de que la relación terminase. Paradójicamente, yo tenía razón desde el principio, ninguno de los dos era mi tipo.

A partir de ahí, mi vida amorosa fue más surtida y muchísimo más desastrosa. Si me enamoraba, me tomaban el pelo y, si no lo hacía, me faltaba algo esencial. En el segundo caso recuperaba la autoestima perdida con los anteriores y me ahorraba un sinfín de penas pero, tal y como era previsible, tampoco funcionaba.

Con mi marido mi frase profética fue la de: "nunca saldré con un fumador", afirmación categórica que, por supuesto, me ha sido recordada, con recochineo, hasta la saciedad. También puedo decir que se ha realizado. Me sorprendió con ello por mi 40 cumpleaños y aquel gesto fue, sin lugar a dudas, el mejor de mis regalos. Aparte de ese detalle, que debió de ser el que azuzó a Cupido, la relación evolucionó a su guisa, sin forzarla, y eso que las condiciones no parecían muy propicias: ¡Grumpy con el Dr. House! Sin embargo la química fue instantánea, un auténtico flechazo. Y después de aquel brillante consejo, ¡cómo para dejarle escapar!

Mi recomendación final es: haced caso al Dr. House, leed a Wilde y escuchad a Elvis que, en su canción, expresó lo dicho infinitamente mejor. Eso sí, lo hace de forma tan romántica, que induce a enamorarse:




1 comentario:

elvira dijo...

Que post tan bonito, cómo me acuerdo de tus tardes oyendo Cindy Lauper y haciéndote el harakiri de culpas! En fin.... por suerte encontraste a tu costillica de la felicidad!