lunes, 30 de abril de 2012

Amor y desamor

John Simmons "Hermia and Lysander"
Al enamorarse, lo primero que ocurre es que se idealiza al objeto del amor. Por un momento, el universo deja de ser egocéntrico y se pasa a orbitar alrededor de la perfección del amado. Se asumen sus gustos, sus opiniones se defienden más que si fuesen propias, sus errores no existen sino que son achacables a malas interpretaciones por parte del ciego enamorado. Decir que se babea en su presencia es quedarse corta, en realidad se flota en una nube de felicidad, incluso aunque no se sea correspondido.

Si la relación se queda en una esfera platónica, siempre permanecerá una huella de ese ideal, posiblemente muy alejado de la realidad. Es un ¿qué habría sido? que nunca fue y que nunca será como uno se imagina, aunque se dé la tentadora circunstancia de recuperar la oportunidad perdida.  Ese supuesto de ¿y si...? , en el que una diseña a su gusto un romance que "dejó pasar", por algo sería, es una de las preguntas más peligrosas que existen. Si por el contrario, el idilio transcurre por un camino normal, la venda de los ojos se desgasta con el tiempo, se hace menos opaca y se percibe algo más del entorno. A veces la realidad supera la ficción y el príncipe azul del cuento palidece en comparación con el sorprendente y maravilloso ser de carne y hueso del que una se ha enamorado.

En ocasiones hay factores que arrancan de cuajo el antifaz de color rosa y el sueño pierde todo el encanto. Este tipo de hechos pueden ser reales o, también, imaginarios: la tempestad del desierto que crece de un grano de arena. La inquietud, las dudas, los celos, invaden al individuo, le hacen sufrir, le debilitan y se alimentan de su debilidad para hacerse fuertes y aplastar su razón. Salir de ese círculo vicioso no es fácil. Si esta justificado, se aprende y se ganan argumentos para enfrentarse a ello. Si no es así, si todo es fruto de la mente calenturienta del celoso Otelo, superarlo es incluso más difícil. Hacer aflorar la razón de nuevo entre los propios demonios es a costa de una lucha titánica consigo mismo. Por desgracia no siempre se consigue y hay amores que se van al traste por minucias engordadas.

El consejo de mis tíos es la mejor recomendación que se me ocurre. La puse en la entrada de Año Nuevo. Si alguien no la leyó entonces, estas son, en sus palabras, las pautas de su fórmula infalible de felicidad:
"La primera desprenderse de cualquier forma de egoísmo en la relación de pareja.
La segunda ponerse siempre en el lugar del otro ante cualquier cuestión.
La tercera depositar la felicidad de uno en la felicidad del otro.
Es vital que el sentimiento sea recíproco para que funcione.
El resultado es mágico."

Hacer esto presupone un espíritu de generosidad y de respeto hacia la pareja. Apoyarse en los buenos momentos, para superar los malos y salir del hoyo, sería una estrategia añadida. No sacar a relucir los trapos sucios en los momentos de crisis, para evitar que puedan empeorar aún más las cosas, es difícil pero necesario. El amor posesivo ahoga, no es un amor maduro sino una manera de querer infantil y egoísta. El amor ha de ser libre, voluntario, optimista, con visión de futuro. Implica confianza en la pareja y apoyo del uno en el otro. Supone dejar de lado un orgullo estúpido y equiparar el amor al otro con el propio. Es crear un universo abierto y compartido para ambos, centrado en su unión.

1 comentario:

Comas dijo...

Gracias por estos consejos, sobre todo en situaciones de dependencia absoluta que es donde se suele confundir el amor con la obligación, entendiendo la obligación tanto en la carencia como en la sobreprotección. El amor es maravilloso por lo dulce y por lo cruel y en la elección del principe o la princesa siempre hay una invasión física y emocional del uno hacia el otro, construida con respeto, admiración, confianza y esperanza de mejorar y agradar en el día a día.