jueves, 24 de mayo de 2012

La belleza de lo efímero

Janet and Anne Grahame Johnstone "The Little Match Girl"
Hay instantes que te sorprenden por su belleza. Cuando aparecen, se forma un nudo en la garganta y los ojos se olvidan de parpadear para guardar cada detalle en la memoria. El tiempo se ralentiza, el trance se alarga, trata de detener el mundo en ese punto, todo con tal de que su huella quede bien grabada. Son tan hermosos que poseen magia propia y una se deja apresar voluntariamente en su hechizo, y al igual que sucede con el amor, no desea liberarse de su embrujo.

Parte de su encanto reside en su propia fugacidad. Incluso aunque se trate de un fenómeno cíclico, nunca se repetirá exactamente del mismo modo. Tendrá otro encanto, puede que parecido, pero jamás será igual. Un rosal, unas horas más tarde, nos muestra nuevos capullos que se abrirán al tiempo que se marchitan las flores más grandes y antiguas. Lentamente todas perderán sus pétalos y su color. Las hojas de los árboles en otoño se bruñirán con la luz del sol de la mañana para convertirse en papel de seda, frágil y mate, y colgar sin vida del entramado de ramas y sombras en la palidez del ocaso. Un amanecer en un día claro sobre los árboles dorados del mes de octubre no se repetirá al día siguiente, ni la nieve limpia escarchará con idéntico cristal los caminos vacíos y las plantas del parque a primera hora de la mañana. Una puesta de sol sobre el mar puede encender el cielo o limitarse a apagarlo poco a poco. Una pieza de música prende con su armonía el espíritu, y lo sobrecoge. La luna, aunque siempre mantiene su misterio, cambia todas las noches su forma, su tamaño, su transparencia e incluso su luz. Nunca cuelga del mismo cielo. La misma imaginación genera fascinantes historias con las que recrearse, tanto despierta como en sueños.

Muchas veces se pretende capturar el instante o hacerse con el objeto que ha despertado la admiración. Al inmortalizarlo se pierden las emociones asociadas a la conciencia de su transitoriedad: no se retiene el tiempo ni se siente ese estremecimiento, mezcla de alegría y de nostalgia anticipada. Se atesora en la mente. Se describe con palabras. Se plasma en una fotografía o un cuadro. Se traslada a las curvas y la textura de una escultura. Se corta la rosa más hermosa, que no lucirá igual en un jarrón que en el jardín, entre el resto de las flores, las hojas y las espinas. Ni siquiera una obra de arte, fija sobre un lienzo, ni una frase escrita en un libro provocarán las mismas sensaciones al hallarse ante ellas una segunda, tercera o enésima vez. Dependerá de los recuerdos, de sus vivencias, de lo impresionable del estado de ánimo del espectador, o simplemente de su sensibilidad en ese instante. Descubrir algún nuevo matiz o un significado oculto puede marcar la diferencia entre un momento placentero y un instante efímero y mágico.

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