miércoles, 4 de julio de 2012

Josephine March

Mujercitas es probablemente el libro que más veces me he leído, aunque puede hacer casi treinta años que me desintoxiqué de él (o simplemente es que me lo aprendí de memoria). El motivo no es otro que mi identificación infantil con el personaje de Josephine March: una joven alta y desgarbada, algo chicazo, independiente, no excesivamente sociable ni popular (hacía lo que pensaba, sin importarle demasiado la opinión del mundo) y adicta a los libros hasta niveles enfermizos. Sin lugar a dudas era mi vivo retrato en aquella época.

La idea de tener un desván en el que encerrarse con la mera compañía de un cesto de manzanas me resultaba increíblemente atractiva. El que no te viniesen a incordiar en función de la posición del gorro sobre la cabeza mientras estaba escribiendo me parecía simplemente brillante. La independencia de los varones y la liberación de las tareas domésticas era sencillamente envidiable (y supongo que la situación de la mujer en la época de la Guerra de Secesión norteamericana, en la que está ambientada la historia, justifica aún más las aspiraciones de cambio de papeles de la heroína).

Como todas las historias de Alcott tiene su punto sensiblero y moralista. Este último no me preocupaba demasiado, para eso ya estaba la catequesis con la preparación para la comunión, la escuela en la que nos reuníamos a rezar en el hall a primera hora y, por supuesto, el estricto catolicismo parental (mi posterior rebeldía al respecto es un tema aparte, y a evitar). Sin embargo, la enfermedad de Beth sí me afectó profundamente, al igual que le ocurrió a Jo. Siempre asocio aquel pasaje a la imagen de la película, que vi por primera vez con cinco años y que se me quedó grabada. En aquel instante, en el salón de Zaragoza, sólo estábamos Beth, Jo y yo.

El único punto en el que discrepo con Jo es en su valoración de su relación con Laurie. Estaba claro que estaban hechos el uno para el otro. Sin embargo él acabó con Amy (representada por hermanísima: guapa, presumida y femenina, el extremo opuesto a mí). El profesor Baher sería encantador pero no tenía el mismo carisma y resultaba infinitamente menos romántico. Claro que, dado mi ojo con los hombres, es posible que Jo tuviese mucho mejor criterio.

1 comentario:

Ysabel dijo...

Nunca entendí por qué no escogió a Laurie!! Si eran perfectos el uno para el otro! Y al final acaba con Amy que just todo lo contrario a lo que amaba de Jo... También es uno de mis libros favoritos y mi mejor amiga y yo nos pasábamos horas comentándolo... qué recuerdos!