martes, 10 de julio de 2012

La National Gallery de Edimburgo

Venus de Tiziano
Edimburgo merece la pena verse en su ambiente de niebla, lluvia, frío y más lluvia. Una vez que las manos están ateridas y se piensa con nostalgia en los guantes que se quedaron en Madrid, ya que ¿quién iba a imaginar que vendrían bien en pleno mes de Julio?, que los zapatos están empapados y son dos tonos más oscuros, que las medias han calado y que el paraguas chorrea por los laterales, el adoquinado y los charcos de los parques pierden encanto y se busca una alternativa bajo techo. En ese momento, el plan ideal para refugiarse es visitar la National Gallery.

El edificio data del S. XIX y fue diseñado por Playfair. Es de estilo Neoclásico con columnas de estilo jónico, en contraste con las dóricas de la National Academy, su predecesora en albergar la colección de pintura y cuya visita deberemos posponer hasta el próximo viaje. Ambas pinacotecas se encuentran situadas en The Mound. La colección es pequeña pero muy interesante. Es un museo muy asequible, que se puede visitar en una mañana sin saturarse. Tiene una pequeña sección de Renacimiento, en la primera planta, con tres obras de Rafael, todas ellas de Madonnas con el niño, una con el fondo en negro que me encantó. Se agradece que el pintor sustituyese el falso paisaje originalmente planeado y optase por el contraste entre la oscuridad del fondo con la claridad de la piel, el brillante tono rojo rosado del vestido y el azul de la la túnica. Entre las obras con pan de oro y las escenas sacras típicas de ese periodo, hay también un Boticelli precoz y un Lippi (su maestro).

Fábula de El Greco
En la planta baja, nada más entrar a mano izda, hay varios cuadros de Tiziano y Tintoretto, entre otros maestros italianos. Me encantó la Venus emergiendo del mar del primero y eso de encontrártela nada más empezar el recorrido, estimula a investigar el resto. Poco más allá, llama la atención un intrigante Greco que recuerda a Picasso: en un claro oscuro se ve un muchacho pálido entre sombras apenas iluminado por una vela (que simboliza la llama de la pasión) acompañado de un mono (el vicio) y un hombre con una túnica amarilla (la locura).

Vieja friendo huevos de Velazquez
Al lado aparece La vieja friendo huevos de Velázquez, una obra maestra que detiene la luz y el tiempo en los rostros de sus protagonistas. Al otro lado de la sala, un retrato de Bernini capta toda la expresión del genio a los 70 años de edad. Para acompañarlo hay dos pequeñas figuras de bronce del escultor. Una de ellas es una réplica del rapto de Proserpina que se puede contemplar en mármol en la Villa Borghese romana. La miniatura de bronce es una verdadera joya. En esa planta también hay maestros holandeses: Rembrandt, van Hals, Rubens, e ingleses (bien diferenciados de los escoceses): Turner, Gainsborough entre otros muchos grandes artistas. Entre las esculturas destacar las Tres Gracias de Antonio Canova.

Reverend Walker skating de Raeburn
En el piso inferior se encuentra la colección escocesa. Algunos no nos terminaron de convencer, pero otros son maravillosos: los paisajes marinos de McTaggart, los retratos de Raeburn, las escenas interiores de Wilkie; pintores que no conocía y que, después de leer sobre ellos en las novelas de McCall Smith, tenía ganas de ver.

Los impresionistas, en la otra ala del piso superior, incluyen un van Gogh de la primera época, algunos preciosos Monet, Gaughin, Seurat, Cezanne, Sisley, Morisot, algún otro Raeburn más, como su famoso vicario patinando, y un impresionante retrato de Lady Agnew of Lochnaw, en una pose sensual y relajada, firmado por John Singer Sargent que le otorgó, tanto a la modelo como al artista, un merecido renombre en su tiempo.

Por cierto, Edimburgo también merece la pena con sol, aunque yo ya lo vi así hace años por lo que dudo que me toque coincidir de nuevo con esa extraordinaria coyuntura. Me figuro que en esos exóticos días el museo será abandonado por los visitantes aunque, dado el clima habitual de la zona, son muchos los interesados por el arte. Supongo que ese factor ha contribuido a la fama de la ciudad escocesa como capital cultural.

1 comentario:

Miguel Angel dijo...

A mi me pasa lo mismo en Asturias: en cuatro viajes a lo largo de varios años, todos ellos en primavera tardía o verano, he visto el sol tres veces. Precioso, eso sí.