lunes, 25 de agosto de 2014

Llamadas

- Mi madre está preocupada porque no sabe nada de mi hermano, si al menos pudiera llamarla y hablar con ella - me comenta la hija de mi paciente.

Aunque los móviles proliferan por doquier, a los ingresados en la unidad coronaria, con cables y monitores por todas partes, no se les permite su uso. Se supone que interfieren, aunque no es más que una suposición. La explicación creo que es más sencilla, los pobres enfermos no deben alterarse y el timbre, o incluso la vibración del teléfono, pueden provocarles un sobresalto. ¿Quién no ha sufrido nunca un vuelco del corazón ante una llamada intempestiva? Otro detalle, la cantidad de llamadas que recibe un individuo hospitalizado, o sus familiares, a lo largo de su estancia, alcanzan el número de Buzz Lightyear: el infinito (y más allá).

En Cardiología ya no sólo me conocen los enfermos, también el personal. En esta ocasión voy a abusar de la confianza de las enfermeras del control. El hombre no está, en esos momentos anda liado en pleno cateterismo. Pongo cara de niña buena y me lanzo. ¿Quién diría que la abanderada de la patrulla antimóviles haría un día algo así?
- Por favor, - las formas son siempre importantes, - quería pediros que esta tarde le permitieses al hijo de mi paciente llamar a su madre. La pobre mujer no entiende que lleve varios días sin venir a visitarla y está muy preocupada. Se figura que le ha ocurrido algo grave (¡ay, si ella supiera!). Con oír su voz se quedará tranquila.
- Si claro, no hay problema. No te preocupes.
Con esa respuesta me quedo tranquila, y su hija también.

Por supuesto explicarle la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad a la madre no está indicado en este caso, hay que pergeñar una excusa. Mi maniobra de los mareados funcionará. Soy una bruja, la culpable de la situación, y le he ordenado al hombre unos días de estricto reposo en cama para que se recupere del patatus que le he inducido, algo que no anda demasiado lejos de la realidad.

El cateterismo va bien, mejor incluso, aunque eso no significa que la aventura en la planta de cardio haya terminado. Sin nuevos sustos, esa tarde el hijo habla con su madre. Es una conversación privada en la que no estoy presente y, por tanto, ignoro su contenido. No es difícil imaginárselo. Os tendréis que conformar con la imaginación porque, a la mañana siguiente, tampoco me pude enterar de más: al protagonista se lo habían llevado a ponerle un marcapasos.

1 comentario:

Elvis dijo...

Pues seguiremos expectantes.....esa pobre familia no sé si es consciente del nivel de intriga que está generando su salud.

Besos