miércoles, 14 de diciembre de 2011

Vista del Palacio Real


Todos los días, cuando voy a trabajar, tengo la suerte de deleitarme con esta vista. Para mi gusto es una de las más bonitas de Madrid.

El Palacio Real siempre me ha parecido precioso. Recuerdo la primera vez que lo vi a la vuelta de un viaje al entrar a Madrid por la Carretera de Extremadura. Era pequeña. Les pregunté a mis padres qué era aquel edificio y, cuando me respondieron que el Palacio Real, mi siguiente cuestión fue averiguar si los Reyes vivían allí. Al contestarme que no era así, no pude por menos que decidir que debían de ser un poco tontos. ¡Tener ese maravilloso lugar y no pasar en él todo el tiempo posible!

Notas de historia: El origen del palacio se remonta al siglo IX en el que el reino musulmán de Toledo construyó una edificación defensiva que después usaron los reyes de Castilla. Sobre ésta, en el Siglo XVI, se construyó el Antiguo Alcázar.
En la Nochebuena de 1734 un incendio destruyó el Alcázar. Felipe V quiso que el Palacio Nuevo ocupase el mismo lugar. Invitó al arquitecto Filippo Juvara de Italia que lo diseñó, además de encargarse de proyectar la fachada del de La Granja de San Ildefonso y el Palacio Real de Aranjuez. Juvara murió en 1936 y Felipe V nombró Maestro Mayor de las obras Reales a 
su discípulo Juan Bautista Sacchetti. El proyecto original de Sachetti contemplaba la construcción de una catedral y de un novedoso viaducto para salvar el desnivel de la calle de Segovia. De este sólo llegó a realizarse el Palacio actual, al que posteriormente se le añadirían las galerías laterales de la plaza de la Armería. Las obras se realizaron entre 1738 y 1755. 
Toda la construcción se hizo abovedada, en piedra y ladrillo, sin madera, para que ningún incendio pudiera destruirlo. A partir de 1760, un año después de subir Carlos III al trono, Sabatini sustituyó a Sacchetti y se encargó de terminar el Palacio. Carlos III estableció en él su residencia en 1764. 
Los jardines de Palacio llamados Campo del Moro, tienen su origen en época de Felipe II, aunque su aspecto actual data de 1890.

Cuando nos mudamos a Madrid, aquella zona se convirtió en uno de mis parajes favoritos. Me encantaba ir a la Plaza de Oriente, llamada así por estar al Este del Palacio, simplemente a admirarlo, así como a pasear por los Jardines Sabatini, el Campo del Moro y la Plaza de la Armería.

Cuando terminaron de construir la Catedral de la Almudena, el resultado me decepcionó muchísimo. Sentí hasta rabia por la manera en la que habían logrado estropear un rincón tan especial. Mi reacción fue muy similar a cuando vi la Sagrada Familia y comprobé que la obra maestra de Gaudí había sido machacada por algún iluminado con ganas de dejar su sello en una mamarrachada de imitación. Este tipo de desastrosas consecuencias suelen ser el resultado de unir el afán de notoriedad de un político miembro de la saga de los Mr. Collins, que es en la rama en la que más abundan esta clase de individuos, embaucado por las pretensiones de un arquitecto de la misma familia deseoso de que el mundo admire su talento. En el caso de la catedral madrileña la fachada es bonita vista desde lejos, pero esta percepción se limita al efecto de su silueta en la distancia. El "trompe-l'oeil" es tal que incluso parece encajar bien en el entorno. Es toda una lástima que esa impresión se invierta al contemplarla desde la misma Plaza de la Armería. El elegante mármol del palacio contrasta con el granito más tosco de la iglesia y el conjunto pierde su armonía. No he estado en el interior, tan sólo en la preciosa cripta neogótica, de Francisco de Cubas, y esa visita fue por circunstancias que hubiese preferido evitar de haber tenido opción. 

Por las mañanas es mi horizonte desde la carretera. Si amanece durante mi trayecto, cuando el cielo al fondo adquiere tintes rosados, o si la niebla difumina su perfil, la panorámica se llena de encanto. Durante unos fugaces instantes me regalo la vista con la imagen. Además, el tener que frenar para entrar en el túnel, me permite arañarle unos segundos más al momento.



1 comentario:

Anónimo dijo...

pues si un dia quieres darte de cabezazos, visita el interior completo de la Almudena, y posiblemente no salgas del interior, te quedes muerta del susto o del desencanto.Maria.