miércoles, 25 de abril de 2012

Estilo literario


El estilo al escribir es casi tan característico como la firma para algunos escritores. Supongo que esto depende de las asociaciones entre las distintas áreas cerebrales que dan lugar a la escritura.  El lenguaje es inherente al ser humano y su área cerebral tiene una estrecha asociación con la de la audición. Sin embargo, la escritura no dispone de un área concreta, dado que sus orígenes no tienen más allá de 5000 años y no ha dado tiempo evolutivo a ello. Las conexiones cerebrales son las que se encargan de definirla y, sus diferencias interindividuales, se reflejan en los distintos estilos de cada escritor. Se ha visto que, el aprender a leer, agranda el área del lenguaje y, supongo que las vías que desde ésta se establecen dependen tanto de los genes, como de la influencia de factores ambientales, en este caso en concreto la de los libros, pero también se relacionan, en gran medida, con las emociones.

El lenguaje expresa sentimientos, la lectura despierta sensaciones a veces tan reales como una experiencia. La imaginación nos hace vivir ilusiones, al igual que los sueños. ¿Quién no se ha despertado una mañana con la frase de "he tenido un sueño muy real"? El proceso de traducir ideas a letras sería comparable al de convertir los sueños en realidad.

Pocas cosas forman parte de la esencia de uno mismo como la creatividad. Al reflejar esas historias mentales, la estrecha imbricación con ellas implica que, el estilo en el que se escriben, también es inherente al autor. El lenguaje puede ser sencillo y fluido, o complicado y denso, siendo en ambos casos igualmente respetable, siempre y cuando sea homogéneo en su estructura y su ritmo, y se ajuste a la historia que pretende plasmar. En mi opinión un estilo pretencioso es aquel en el que el autor presume de lo que carece a costa de esconder su falta de calidad entre frases complejas y palabras grandilocuentes con las que consigue engañar a algunos, o a muchos, muchísimos lectores, que incluso se maravillan de su dominio de la lengua, mientras se esfuerzan por descifrar sus embrolladas frases. O bien no tiene nada que contar, o bien él mismo es un pedante y, como tal, lo refleja en sus escritos. Claro que es una opinión personal y sobre gustos...

Leí que Flaubert, tras escribir, salía a pasear al Bois de Boulogne y, una vez allí, declamaba en voz alta sus líneas. Cambiaba las palabras cuya sonoridad no encajaba con el resto hasta obtener la musicalidad que deseaba. El caso es que comprendí el porqué de esa obsesión por la perfección del autor francés. El lenguaje cuando se cuida es agradecido y expresa con belleza y fluidez lo que uno desea contar. Si se abusa de él puede resultar fatigante y provocar hastío en lugar de disfrute con la narración. Hay escritores que convierten una historia convencional en una obra de arte por la precisión de sus pinceladas y los sentimientos que despiertan en el lector. Si lo que se evoca es una bonita escena, resulta más sencillo aunque se corre el riesgo de excederse y acabar con una preciosa cursilada. Plasmar la humanidad y los matices de los personajes hasta hacerlos entrañables, pese a que estos sean dueños de un carácter difícil o estén envueltos en circunstancias desagradables y, además, lograrlo con tan sólo unos trazos, requiere un grado de maestría que me admira. La Suite Francesa de Némirovsky es el ejemplo más claro que me viene a la cabeza.


5 comentarios:

Javier Primo Pavo dijo...

No se si se puede hablar de otro grupo de escritores, el de los que se dirigen a unos lectores como mínimo tan eruditos como ellos. Igual soy un animal, pero Borges creo que no lo pone fácil. Besos.

Anónimo dijo...

Quizá porque la prensa y su inmediatez dominan el mundo de la comunicación, esta sea una época en la que se tiene la sensación de que el estilo no es lo que más preocupa. Creo que eso es así solo en apariencia. Hay autores que son reconocibles en sus columnas periodísticas por su peculiar manera de presentar las cosas y no digamos si lo que tenemos delante es poesía o novela. Sin embargo, en la literatura contemporánea al gran público parece importarle más el qué se dice que el cómo se dice (aunque ambas cosas son inseparables, porque el "como" siempre condiciona la percepción del "que") y suele inclinarse por situaciones y expresiones poco complejas. De ahí el éxito de novelas como "El tiempo entre costuras", con ambientes convencionalmente exóticos y una trama de guión cinematográfico que engancha al lector, a pesar de que los presonajes que la viven sean totalmente planos. Justo lo opuesto a lo que hace Nèmirovsky en su "Suite Francesa". Una lástima. De Señora

J Comas dijo...

Como todo en esta vida actualmente, y las personas que conocemos levemente USA y lo que su invasión supone, lo vivimos a diario y lo detestamos, han convertido parte de la cultura "popular" y sobre todo la escrita, en lo que mejor saben hacer ellos. "Fast-food" Y en esta "operación triunfo" donde solo se premia lo que se consigue fácil y rápido, se olvida que, la persistencia, el trabajo y la literatura bien hecha no es flor de un día. Es por eso que unos libros son grandes éxitos de masas, que una vez leidos sirven para poco, y otros son grandes obras desgastadas por el uso de releer y releer sus páginas. El éxito cuesta, los "no-premios" no significa, escaso de valor, pobre, o falto de talento. Es posible que los "no premios" sea el mejor triunfo en un mundo que lo "bueno" es un doble whopper con extra de queso y bacon que para unas prisas vale, pero para disfrutar... ya sabéis... Quiero dedicarle estas cuatro letras a alguien que escribe maravillosos relatos, que no huelen ni de lejos a McDonald. Un abrazo

Elvira dijo...

Una buen libro tiene la capacidad de llegar de diferente manera a distintas personas, de transmitir cosas distintas de acuerdo con la situación del lector. A mi me gusta disfrutar de jane austen tanto como de harry potter o de henry james, depende del momento.... Besos

Miguel Angel dijo...

Muy interesante el argumento de la ausencia de un área cerebral de la escritura. El hecho de poner por escrito los pensamientos activa una serie de conexiones neurales que influyen en lo que se dice y, por ende, en lo que se piensa. Puede que en unos miles de años, si seguimos aquí, podamos definir un área cerebral de la escritura.

Sin embargo, me llama la atención lo diferente que es escribir y teclear ¿Cuantos de nosotros escribimos? Es mucho más cómodo, rápido y automático teclear, pero los circuitos neurales implicados deben, por fuerza, ser diferentes. ¿Como afectará esto a nuestra postulada área cerebral de la escritura? Aunque, claro, cabe la posibilidad de que en unos pocos años ni eso hagamos: dictaremos o incluso solo pensaremos, y las máquinas harán el resto, así que todo quedará en una hermosa conjetura.