domingo, 29 de julio de 2012

Sam, el Leal

Una de las mejores cosas que le pueden tocar a uno en la vida es la de estar rodeado por una familia cariñosa que apoye y arrope a cada uno de sus miembros en todas sus decisiones. Gente desprendida y generosa que tenga en mente el beneficio del otro por encima del suyo y sopese los distintos puntos de vista antes de opinar. Sus opiniones serán consejos y no órdenes. Lo primero es respetar al individuo, su espacio vital, su libertad de escoger. Aunque no siempre estén de acuerdo, estarán con ellos en los aciertos y en los errores, les secundarán en sus decisiones, les consolarán en los fracasos y serán su apoyo para que se levanten de nuevo. Sin agobiar, con la tranquilidad de saber que se cuenta con su protección y que están ahí al lado, siempre dispuestos a ayudar y a comprender.

Uno de las figuras más importantes de la Comunidad del Anillo de Tolkien es Sam. También en nuestro particular Valinor tenemos la suerte de contar con un  Sam. Sin robar protagonismo, siempre está ahí, con su lealtad y su gran paciencia, bien puesta a prueba desde su entrada en la familia. Al poco de comenzar la relación con la gemela, su buena disposición le convirtió en el candidato ideal para acompañar al Fernández a recoger unas cosas a la "cercana" casa de la sierra madrileña. El viaje parecía seguro, sin ningún lugar de interés histórico por el camino en el que detenerse a hacer turismo. Sin embargo, la  hora punta de un día de diario en la carretera de La Coruña les retuvo. Para pasar el rato, Fernández decidió amenizar a sus pasajeros con una selección musical. La canción escogida fue "La ovejita lucera", pieza que deleita a grandes y a chicos por igual desde tiempos inmemoriales, y que se convirtieron en memorables en ese momento. El salpicadero y el volante se transformaron en instrumentos de percusión: tambores, tímbales, batería a la que le faltaban los platillos suplidos por unos cuantos "CHAS" (vocales). Tras un par de repeticiones para que el auditorio se aprendiese el estribillo ("y cuando mi ovejita bala ¡Beeee!"), el tito les solicitó que le hiciesen las palmas y balasen en los coros. Así, en versión aflamencada (mucho antes de que a los Manolos se les ocurriese destrozar las canciones de los Beatles), se montó el tablaó en el interior del coche, secundado por todos sus ocupantes, bajo la mirada incrédula del nuevo, y esperable, futuro miembro de la familia.

Su segundo viaje no es que fuese mucho mejor. Por si quedaban dudas sobre si tenía méritos suficientes para pertenecer a la familia, el candidato tenía que ser aprobado por los de Linares y por los mucho más exigentes criterios de los de Canena. Guapo era, pero ¿sería también formal? Tras poner a prueba su paciencia, su memoria y sus modales en el interminable circuito de visitas de saludos al llegar, y de despedidas al marchar, cuando ya parecía que todo había terminado, en el viaje de vuelta a casa se encontraron con la congestión habitual de la carretera de Andalucía al terminar el verano.Antes de La Carolina se encontraron detenidos en un atasco monumental. Tras pasarse en el mismo sitio, encerrados y sin moverse más que escasos metros a lo largo de casi una hora, al Fernández se le ocurrió que sería una buena idea salir y recoger un poco de hinojo. Con gran consideración decidió enviar al pretendiente a por la aromática planta, para permitirle así estirar las piernas. El complaciente Sam se bajó del coche para meterse en las lindes de los olivos mientras seguía las indicaciones de su futuro cuñado, que le contemplaba desde las estribaciones de la cuneta. Con un ojo en la carretera y otro en el campo se apresuró a cortar unas ramas del preciado hinojo y una vez se había hecho con un alijo satisfactorio, regresó a toda prisa para meterse de nuevo en el coche (con la esperanza de no bajarse de él de nuevo). Afortunadamente, el vehículo apenas se había movido durante ese rato, aunque el hinojo no fue la única parada de interés turístico que realizaron en el trayecto.

Tras superar la prueba de fuego con matrícula, se aseguró su entrada en la Comunidad en una posición de honor, que ostenta desde entonces con su discreción característica. Afortunadamente adoraba, y adora, a la geme y se habituó enseguida a los viajes con su cuñado (aunque siempre que le fue posible, procuró ir en un vehículo diferente y, enseguida, se hizo con uno propio). Mis tías, en su papel de carabinas, se vieron obligadas a acompañar a la pareja en el trayecto Madrid- Linares, aunque les pesaba sobremanera perderse el circuito alternativo, y siempre sorprendente, del coche del Fernández.

Hace honor a su personaje: es leal, bueno, paciente y tranquilo. Ocasionalmente, incluso inculca un poco de cordura en la cabeza de sus cuñados, Merry y Pippin.

¡Feliz cumpleaños Sam!


2 comentarios:

José Miguel Díaz dijo...

¡Qué entrada más divertida Grumpy! El actor que interpreta a Sam me recuerda ligeramente a "nuestro Sam".
Muchas felicidades Sam Sagaz el Bravo

Carmen dijo...

No puedo ocultar que siento debilidad por este miembro de la familia. Seguramente porque fué uno de las primeros novios de primas que conocí que además me llevó en su coche de marcha por la noche junto con ellas e hizo que me lo pasara bomba. Yo sólo tenía 13 años y nunca olvidaré los días que pasé en "la ciudad". Creo que él y "la geme" hacen una de las mejores parejas del grupo, de esas que se mantienen juntas "pa to", cuando las cosas van bien y cuando se tuercen un poquillo.
¡Muchas felicidades Sam!