miércoles, 8 de agosto de 2012

Niños grandes

"Spring TonicNorman Rockwell
Algunos pacientes, varones jóvenes por lo general, no son más que niños grandes: vienen a la consulta acompañados por su mamá, acuden con más miedo que vergüenza y es frecuente que incluso se mareen ante la más mínima manipulación. En ocasiones la situación es tan ridícula que me resulta incluso cómico enfrentarme con un hombre hecho y derecho, del doble de mi tamaño, tan asustado. Por lo general se puede hacer carrera de ellos, con un gasto precioso de paciencia y cierta dosis de humor, aunque también existe algún caso perdido. Curiosamente, en el grupo de los imposibles suelen predominar las féminas de mediana edad. Histéricas inaguantables cuya principal afición en la vida consiste en acudir al Servicio de Atención al paciente del hospital para poner reclamaciones sobre la asistencia que han recibido, sin por supuesto aclarar que ésta se ha visto limitada a lo que ellas mismas han permitido, que suele ser nada. Alguna de ellas me ha roto en la cara el papel de derivación al psiquiatra, bajo cuyo tratamiento deberían estar desde su nacimiento, con toda la saña que le permitía su extrema debilidad. Para encontrarse en las últimas, la fuerza de su ira no me pareció en absoluto desdeñable, ni tampoco el sonoro portazo al abandonar mi consulta, impulsado por su cólera. No hay que menospreciar el poder de una buena rabieta a la hora de resucitar a una de estas enfermas.

Aunque afortunadamente menos frecuente, también se dan casos de varones rebeldes que, en sus casi 40 años de pseudovida, aún no han aprendido a abrir la boca en el médico para dejarse explorar. Confiesan, sin remordimientos, que jamás en su vida han acudido al dentista (de eso que se libró el pobre odontólogo). Supongo que en su sinrazón prefieren morir de una complicación de un flemón dentario, que permanecer con la boca abierta en el sillón de la consulta el tiempo que dura un empaste. ¡Un cretino menos suelto por el mundo! En una clasificación estadística de niveles de estulticia, se saldrían de cualquier tabla. Parece algo inconcebible, pero la realidad supera la ficción (y la imaginación).

¿Qué hacer con uno de estos idiotas, dignos de ser llevados de muestra a la cena de la película, cuándo se presentan en la urgencia con una patología susceptible de convertirse en un problema serio? La regla a seguir es que no existe ninguna lógica en el trato con estos seres. Para empezar lo primero es comprobar, dentro de lo posible, que la patología aún no haya alcanzado ese nivel crítico. Si lo ha hecho, no queda más remedio que someterles a una anestesia general, para lo que suele ser más fácil convencerles que para que se dejen explorar en condiciones. Tras haberles dejado KO, se procede a realizar la técnica a la que se habían negado estando despiertos (lástima que no se pueda hacer lo mismo con otros métodos que les sacasen de paso los pájaros que anidan en su cabeza). Si ni siquiera a eso acceden, y sorprendentemente sean aún legalmente responsables de su persona, se les deja claro, en otros términos, que en pocos días es probable que el mundo cuente con un tonto menos entre sus habitantes (el término tonto queda implícito sin necesidad de articularlo, el único que no es consciente de la estupidez que rige su comportamiento es el propio paciente). En el caso de que se le pueda dar una oportunidad al "esperar y ver", se le chuta al estúpido en cuestión un tratamiento agresivo para tratar de resolver el problema, sin necesidad de pelearse con él de nuevo, se le ingresa y, por supuesto, se le mantiene a dieta absoluta hasta confirmar que la evolución es buena y no va a necesitar entrar en quirófano. Generalmente un poco de hambre contribuye a convertir al energúmeno en cuestión en una fiera mucho más dócil (total, carecen de cerebro funcionante, con la glucosa que llevan los sueros es más que suficiente para mantener su actividad basal). Ya se sabe, el premio de la comida es uno de los que mejor funcionan con las ratas de laboratorio por lo que, al día siguiente, tras 24 horas de hambre, seguro que se muestran mucho más colaboradores con el galeno que tiene en su mano el poder de, no sólo curarle, sino también el de prescribirle el ansiado alimento.

3 comentarios:

Comas dijo...

Uno de ls principales errores que se cometió en Epaña hace 10 ó 15 años fue la supresión del servicio militar. No digo yo que haya que hacer una mili 16 meses como la que hizo un servidor, me tocó justo después del 23-F, pero si un par de veranos, donde se aprendiera un poco de disciplina, compañerismo, y valores morales y sociales, daría como fruto personas que valoraran, lo cotidiano, las carecias familiares, etc... y estos hombres y mujeres a los que se lo dan todo hecho, saldrían, sin duda, mucho más maduros. Podéis argumentar que hoy existen los "masters" y "erasmus". Pero al ver como vuelven algunos de mis sobrinos después de pasar un año sabático entre libros y fiestas, me hace ver que no es lo mismo. Entiendo por que hay tantos divorcios hoy en día. Muchos hombres cuando se casan pasan de tener una madre mayor que ellos a otra madre de su misma edad, que les hace lo mismo , cocina, lava la ropa, hace las camas, quita polvo, y además se acuestan con ella. Y muchas mujeres inteligentes no están dispuestas a ello. ¡Qué madre no hay más que una!

Rafa-MrMagoo dijo...

Yo no me andaría con miramientos, les dejaba KO, los esterilizaria (hacemos un favor al resto de la sociedad) y dejaría que la enfermedad siguiese su curso....

Pacuelo dijo...

Hermana, piensa que estos pacientes normalmente van en todoterreno.
Besosss