sábado, 20 de octubre de 2012

De exposiciones en el Reina Sofía

La toilette- María Blanchard
Mis ganas de pasear se mezclan con una cierta pereza, la que provoca el pensar en arreglarse, salir de casa, ir hasta el Metro, bajar un sinfín de escaleras, esperar en el andén lleno de gente, meterme en un vagón aún más lleno de gente y buscar una pared libre en la que apoyarme para abstraerme con mi libro, mantener el equilibrio mientras leo de pie hasta bajarme en una parada próxima al Retiro. Me encamino al parque, es uno de mis lugares favoritos en Madrid, aunque conviene ir temprano y entre semana porque fuera de este horario se convierte en lugar de cita y de reunión de todas las familias, deportistas, patinadores, ciclistas y dueños de perros de la ciudad. Cuando llego aún está bastante tranquilo, a pesar de que los jardineros ya no utilizan el ecológico rastrillo y las tijeras de podar, sino sierras y aspiradoras con motores contaminantes y ruidosos de los que huyo.

Cruzo el parque, investigo nuevos caminos, silenciosos y solitarios, y salgo de nuevo al mundo por la Cuesta de Moyano. Aún no han terminado de montar los puestos de libros, pero ya puedo ojear lo expuesto. Me contengo y me limito a escoger un sólo libro. Tengo una pila al lado del sillón esperándome, los últimos comprados hace tan sólo unos días en una tienda de segunda mano que descubrí cuando acompañaba a House a renovarse el carnet de conducir. Me perdí entre los libros y, a la vista del percal, el pobre House regresó a casa sin mí.

Me dirijo al Reina Sofía. Tenía una deuda con él y aproveché las vacaciones para hacerle una visita. Descubrí cosas interesantes, aunque reconozco que no sé suficiente de arte moderno como para disfrutarlo todo cómo es debido. Me guío más por la estética y no es en eso en lo que consisten muchas de las obras. Las rupturas con los convencionalismos, las nuevas formas de representación, la experimentación y la transgresión no siempre encuentran eco en mi cabeza. De todos modos espero rellenar algún día mis lagunas, aunque sea poco a poco. No hay prisa.

Como había visitado parte de la exposición permanente recientemente, y hace poco leí en la "Revista de Arte" que inauguraban una retrospectiva de María Blanchard, he optado por esa opción. Es una pintora santanderina, contemporánea de Picasso, una de las pioneras de la vanguardia, con poca repercusión en su momento en España pero cuya relevancia se ha reconocido últimamente. Tras varios viajes de aprendizaje a París, emigró allí en 1916 para instalarse definitivamente en esa ciudad y poder así dedicarse por completo al arte, tal y cómo deseaba. La exposición divide sus obras en 3 etapas, organizadas por orden cronológico:
Un primer periodo de formación cuya iconografía se basa en el retrato y cuyo estilo se adentra en las corrientes modernas. No me llegó, pero ya he explicado mis carencias y limitaciones.
Una segunda época cubista, correspondiente a sus primeros años en París. Recuerda mucho a Juan Gris, aunque, en mi opinión, sus líneas son algo más toscas. Juega también con el collage y las texturas. Algunos cuadros me resultaron opacos, pese al vibrante colorido. Hay un dominio de tonos ocres y no suele faltar el rojo en sus matices más vibrantes, y en ocasiones hasta violento.
Convaleciente - María Blanchard
La tercera etapa tiene lugar en la década de los 20. Es el periodo de entreguerras y Blanchard se adscribe al movimiento denominado Retour à l’ordre. Se aleja del cubismo y retoma la figuración aunque no por ello se acerca al clasicismo ni regresa a su primera época. Su pintura evoluciona hacia un estilo personal, de siluetas recortadas, formas geométricas con bordes definidos y líneas marcadas, de contornos rectos o circulares y pinceladas fuertes y firmes. Son los cuadros de este periodo (al que corresponde el de la cabecera del post) los que más me han gustado, con diferencia, aunque me ha chocado encontrarme en diferentes salas el cuadro al óleo y el dibujo al carboncillo de una misma obra ("La echadora de cartas"), cuando lo lógico hubiese sido colocarlas juntas para apreciarlas mejor. A partir de 1927, tras una crisis de espiritualidad, su pintura se hace más delicada, sus perfiles se difuminan, la luz se libera y sus objetos se desmaterializan. El cuadro de le exposición que mejor refleja este cambio es el del Convaleciente, que pertenece a la colección del Museo, aunque hay que estar atento porque, curiosamente, no está en ninguna de las salas, sino en un pasillo antes de entrar a una de ellas. Es una obra preciosa, que transmite ternura y mucha sensibilidad.

La otra exposición temporal del museo era la de "Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta". Me he acercado pero me he limitado a fisgar. El problema: es una exposición sobre la interacción entre arte y lenguaje, tanto en su forma escrita, con el desarrollo de nuevas grafías, como hablado e interpretado y me ha espantado la acústica llena de ecos del museo. Artaud era un personaje psicológicamente atormentado que define su propia obra como "violenta, sangrienta y cruel". Es el creador del "Teatro de la Crueldad", busca incitar el caos, provocar la convulsión en el espectador. No sé si el retumbar disonante del eco en las salas del Museo formaba parte del montaje para lograr ese efecto o era un añadido no buscado que amplificaba la sensación de incomodidad del visitante. En cualquier caso, no lo he resistido.

"Dalí pintaba relojes para matar el tiempo"
La mañana ha terminado con otro paseo de regreso al Metro. He cambiado el recorrido y he subido por el Barrio de Salamanca. He descubierto en mi paseo un par de tiendas interesantes. (Nota aclaratoria: no recibo nada, ni me llevo comisiones ni descuentos por estos comentarios, son meramente informativos). La primera, una zapatería: "Manolo", en la C/ Conde de Aranda, 6, con zapatos buenos, elegantes y cómodos, y bolsos bonitos y prácticos, en un amplio surtido de colores y a un precio razonable. Mi segundo hallazgo ha sido "24 hours fabulous" una tienda de ropa y complementos de fiesta de firmas de lujo que, además de vender los vestidos, tocados, bolsos y todo lo necesario para cualquier evento, también lo alquilan. Tienen vestidos cortos, largos, prohibitivos para muchos bolsillos, entre ellos el mío, pero permisibles en su versión de alquiler. A los vestidos alquilados se les aplica un descuento proporcional al número de alquileres, al igual que a los de temporadas anteriores, por lo que puede encontrarse alguna oferta atractiva. Por supuesto, disponen de web: 24fab.com (aunque personalmente opino que el diseño de la página no está muy conseguido). Mi última parada ha sido en De Sybaris, en la esquina entre Alcalá y Príncipe de Vergara, para hacerme con alguna deliciosa gourmandisse. En este caso ha sido un vino, recomendación de hace algún tiempo de mi amiga MJ: "Predicador".

1 comentario:

Manuel Márquez dijo...

Eso es lo que yo llamaría un paseo productivo, vaya que sí... Echo de menos un paseo tranquilo, y sin prisas, por Madrid, que hace ya bastante tiempo que no me doy. Resignación y paciencia, no queda otra. Mientras tanto, disfrutaremos de lo que tú nos cuentes al respecto.

Un abrazo y buen sábado.