miércoles, 7 de noviembre de 2012

En consulta

Hipócrates- Robert Thom
Que las consultas están saturadas es algo que se oye pero, salvo dentro del ámbito sanitario, no se comprende bien su verdadero significado. Un paciente que se ve obligado a esperar varias semanas para ser atendido, no entiende que las agendas estén llenas y que no se le pueda colar en algún hueco ¿Tanto costaría hacerle ese pequeño favor? A fin de cuentas en su hoja pone "preferente".

El concepto de preferente tiene mucho que discutir. Hay médicos alarmistas que consideran que un catarro es una emergencia casi vital, no vaya a ser que desarrolle una complicación grave, de esas que forman parte del 1% de la estadística, mientras que hay otros que pueden seguir ad eternum a pacientes a los que estaría indicado meter en quirófano con carácter preferente, según el criterio del especialista. La opinión del médico de familia tiene mucha fuerza. Los enfermos, después de haberse pasado meses yendo a visitarle sin obtener ningún éxito con sus tratamientos, al comentarles la idea de la cirugía, protestan con frecuencia con el argumento de que su médico no lo consideraba necesario. Hay que explicarles las cosas de manera que tampoco pierdan la confianza en el consejo del primero. Es muy beneficioso que la tengan. Claro que también hay ocasiones en las que ningún razonamiento consigue convencerles, ni siquiera el aclararles que ese tipo de tratamientos no están habitualmente dentro del grupo de los que su doctor de cabecera maneja y que ese es el motivo por el que se le ha remitido a la consulta del especialista, para ser valorado por un "supuesto" experto.

"Doctor's Office" Lee Dubin
Otra idea errónea del cliente, para los políticos esta es una denominación más correcta que la de paciente, es  la de creer que cada uno dispone de 15 minutos para ser atendido. Eso no es más que la utópica teoría. Para empezar, si llegan tarde, lo justo sería descontar esos minutos de su atención, para evitar solapar su tiempo con el que le correspondería al siguiente citado. Aún así, ese tiempo no es suyo en exclusiva ya que la gerencia ha dado órdenes en algunas especialidades de que, aún cuando el facultativo no lo indique, los administrativos de admisión pueden hasta triplicar los huecos de las agendas y citar a tres en el lugar de uno. Esto implica que el tiempo real de atención se reduciría a un tercio de lo esperable. Tiempo en el que, además de verle, hay que pelearse con el ordenador: esperar a que la pantalla de cada proceso se decida a abrirse para así continuar escribiendo en su historia y mantener una línea cronológica. Con mucha frecuencia, después de que la pantalla se haya tomado su tiempo para procesar el cambio, se descubre que se ha pinchado un proceso vacío, abierto por un administrativo que no se ha molestado en comprobar lo mismo que acaba de hacer el facultativo: si ya tenía historia clínica abierta en ese servicio en concreto. Una vez se encuentran los datos previos toca empezar a pasear el ratón entre los símbolos para darle a los infinitos clicks requeridos: llamar, rellamar, ratificar que ha venido, aceptar las notas, solicitar peticiones, crear el informe, imprimir, recuperar la pantalla de consulta y repetir todo ello, empezando desde el principio, si se da la circunstancia de que se le hace algún tipo de estudio sobre la marcha. Si además hay que operarle, las funciones de secretario incluyen: editar el consentimiento, mientras se le explica con claridad y detalle lo que éste dice (aunque luego el paciente afirme que no se le ha informado de nada), incluirle en la lista de espera y rellenar e imprimir los volantes de las pruebas necesarias para el preoperatorio. Es cierto que, si bien un cuarto de hora puede ser excesivo en algunos casos, en otros se necesitarían 45 minutos para hacerlo todo.

No siempre la demora se debe a su patología sino que también hay muchos que lo único que desean es desahogarse y, a estos pobres, es difícil despedirles. Cortarles resulta más sencillo en una primera visita en la que aún no se han establecido lazos con el paciente pero, en las revisiones triplicadas de pacientes conocidos, ¿cómo no vas a escuchar sus problemas? Si a fin de cuentas vienen simplemente en busca de tu comprensión y apoyo, porque saben que poco más puedes hacer por ellos aunque ya te gustaría que no fuese así. Lo saben porque así se lo digo. Personalmente opino que es bueno reconocer los propios límites e informar al paciente de ello. No sé si es por esa sinceridad pero, pese a mi ignorancia, me piden cita para revisión porque aseguran que les sirve de consuelo.

Hermanísima, que me conoce bien, dice que si incluyo a alguien en mi círculo, la protección de "La Meiga" está asegurada y que, si no es así, el individuo en cuestión entra dentro del saco de "carentes de interés" y me es absolutamente indiferente. Profesionalmente no puedo tomar esta última actitud y tengo el deber de ampliar ese círculo al que se refiere. Es cierto que existe un componente subjetivo inevitable. Aún así, el trato hace el cariño y esto es muy cierto en Medicina, profesión en la que la empatía con el enfermo influye sobremanera. Esta es una de las razones por la que no es una ninguna buena idea enemistarse con el curandero de la tribu. Un paciente que entra en actitud agresiva, o con ideas preconcebidas, será visto y despachado con la esperanza de no tener que volver a verle la cara jamás. Otro similar, pero encantador, si pide una revisión, aunque no la necesite, puede ver realizado su deseo.


2 comentarios:

Märkostren dijo...

Nunca entenderé que después de pedir cita con el especialista, esperar meses a que te la concedan, y más meses a que llegue el momento de la consulta, cuando llega el día y la hora el paciente no se presente. Me parece una falta total y absoluta de respeto al médico y al resto de pacientes, cuesta muy poco llamar para anularla y de ese modo hacer más fluido el proceso y más fácil el acceso a los demás.
Tampoco entiendo que los políticos y algunos trabajadores de la sanidad pública nos llamen "clientes". En una ocasión, estando ingresado en el Hospital Clínico de Zaragoza por una perforación de estómago, la jefa de planta me llamó "cliente" y no me gustó, así que le dije que de eso nada, que cliente es el que compra algo en tu empresa, pero el que paga los sueldos no es el cliente sino el dueño, y yo con mi aportación pago los sueldos. Por lo tanto no soy el cliente sino el paciente ya que tengo paciencia para soportar el mal funcionamiento de algunas instituciones y servicios o soy el dueño de la empresa o al menos uno de los accionistas, pero de "cliente", nada de nada.

Carol dijo...

Lo de los pacientes triplicados es el misterio q intento resolver cada dia en mi consulta...
Totalmente identificada contigo...
Y pobres pacientes si supieran q para calcular cuantos medicos pueden ajustar, para las gerencias se han convertido en numeros