jueves, 24 de enero de 2013

Trufas

Las trufas han sido siempre mi pastel favorito. Mi primer recuerdo de esas bolitas de chocolate proceden de una pastelería cercana a la casa de mis abuelos: "Mónaco". Los domingos, cuando íbamos a comer allí, mi abuelo subía una bandeja de pasteles surtidos. A mi padre y a él les pirraban los bocaditos de nata y, a mi abuela y a mí, las trufas. Me bastaba con mirarlas en su atractiva presentación, cuidadosamente colocadas en el interior de una cestita blanca de papel rizado y densamente recubiertas por oscuros fideos de chocolate, para que me hablasen y que, al igual que a Alicia, me dijesen "cómeme". ¿Cómo resistirse a esa tentadora llamada? Es una suerte que fuese la favorita de mi abuela, de ese modo no ponía nunca pegas a que la niña se hartase de ellas.

Mi gula se perdona por dos buenas razones: pese a que yo era pequeña, las trufitas aquellas apenas me llenaban la boca por lo que era necesario tomar 3 ó 4 para saciar el saco sin fondo que era mi estómago infantil. La segunda es mi falta de voluntad en lo que se refiere al chocolate. Se dice que los niños son golosos pero nadie en mi familia me discutirá que, entre todos los que somos, me llevo la palma. Por aquel entonces era mucho menos exquisita que ahora. Es cierto que había probado mucho menos entre lo que elegir y me gustaba hasta el chocolate blanco (si no había otro). Las onzas del Elgorriaga entre dos galletas María que nos daba mi abuela de merienda me chiflaban.

Mi parcialidad por le chocolate más oscuro se concretó gracias al padre de mi ex. Llevaba a su casa unas gruesas tabletas de chocolate puro, sólo o con almendras, que me convirtieron en una adicta y pervirtieron mi gusto por el resto de las variedades. Ahora, cuando paso por las tiendas gourmet, me hago con un alijo de todas las versiones y marcas de chocolates negros y negrísimos, de diversas procedencias (me interesa el turismo gastronómico). Por descontado, ni me molesto ni en mirar los de leche y, menos aún, las tabletas blancas que aseguran llevar cacao en su composición (¡ja!). En lo que a chocolate se refiere, el color sí que importa, afortunadamente no se me puede tachar de racista, porque mi rechazo es contra el "blanco".

TRUFAS
Ingredientes (Para unas 30-40 trufas)
500 gr de buen chocolate negro en trozos (excepcional el de Valrhona)
200 ml  de nata líquida
2 cucharadas de brandy u otro licor
Cacao en polvo para recubrirlas.

Elaboración
Hervir la nata, añadir el chocolate y remover hasta que se derrita bien. Verter el brandy.
Enfriar la masa durante un par de horas.
Si queda muy líquido, añadir cacao en polvo.
Una vez fría, con las manos, hacer pequeñas bolas, redondas y compactas.
Rebozarlas en el polvo de cacao. También se pueden usar virutas de chocolate, polvo de frutos secos, fideos de colores, azúcar vainillado, coco rallado o sumergirlas en chocolate de cobertura derretido.

TRUFAS CON LECHE CONDENSADA

1 Tableta de chocolate fondant (uno de los que más me gusta, con una excelente relación calidad-precio, es el 70% postres de Lindt)
1 Lata pequeña de leche condensada
50 gramos de licor (el que se prefiera, incluso se puede variar: vodka, whisky, brandy, Amaretto o Grand Manier)

Derretir el chocolate durante uno-dos minutos en el microondas. Vigilar el proceso. No hace falta que se quede líquido, sino que cuando esté blando conviene removerlo con un tenedor pequeño para que se funda poco a poco. Puede necesitar una segunda vuelta de micro. Cuando no queden trozos, añadir el licor y mezclarlo bien. 
Incorporar la leche condensada. 
Poner en una fuente o plato hondo y dejar enfriar. Guardar en la nevera hasta que esté bien firme. 
Hacer bolas pequeñas y cubrir con cacao, fideos, coco rallado, frutos secos picados, etc.


1 comentario:

Carmen dijo...

Ummmmmmmmmmmmm ¡Qué rico! Me viene a la mente el olor y el sabor de las trufas. ¡Qué pena que los dulces sean tan poco recomendables para las golosonas como yo!