martes, 19 de febrero de 2013

Valorar las cosas

El primer requisito para ser feliz es saber apreciar lo que se tiene. Sólo así se es capaz de disfrutarlo, compartirlo y multiplicarlo al hacer feliz al resto.

Como decía el Principito de Saint-Exupery, "Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos". Es una sensación que flota en el ambiente, que te embarga y se expande por el interior, te estremece y deja un nudo a punto de estallar en la garganta, provoca un cosquilleo que recorre la sangre hasta que rebosa y se escapa. Es la magia del cariño, la alegría, los besos a cualquier hora, el apretón de un buen abrazo, las nuevas y las viejas amistades, la confianza, la inspiración y, por encima de todo, el amor, su complicidad, sus miradas. Es grato que te cojan la mano y recurran a ti para resolver un problema, levantar el ánimo y ser capaz de provocar en otros una sonrisa.

En Medicina hay instantes de frustración, en el que surgen trabas o las cosas no evolucionan como se desearía, y también hay muchos y grandes momentos de recompensa. Conseguir la mejoría de un paciente complicado es algo que llena de satisfacción. Una se siente útil, incluso algo orgullosa por su acción. Se presume de ello con cierta incredulidad, esa que te hace ver las cosas desde fuera, como un ser ajeno, y preguntarte si de verdad eras tú la que estaba allí tomando las decisiones. Es una sensación muy especial que no se olvida. No se desea que se repita, por el bien del paciente y porque el agobio asociado a ese evento suele ser considerable, aunque una vez que todo ha salido bien, la ansiedad que te dominaba en ese momento, se diluye en el triunfo.

Los desvelos y la vocación de los médicos no siempre bastan. Hay pacientes que esperan milagros, acuden al hospital pero sin intención de poner nada de su parte, salvo sus quejas. Como la Sanidad es gratuita no le dan ningún valor, no la respetan. No se dan cuenta de que su gratuidad es un lujo. No les importa no acudir a sus citas de consulta, sin anularlas previamente para dejar su hueco a otro dispuesto a aprovecharla. En un alarde de egoísmo casi inimaginable tampoco se sienten en la obligación de avisar que no van a presentarse a un quirófano, que se quedará vacío al no llegar el paciente al que operar. Es una lástima, un desperdicio de tiempo, medios, personal y del dinero de todos. La salud es otra de esas cosas esenciales e invisibles y el sistema sanitario vela por ella, pero para cuidar la de todos es fundamental la implicación de cada individuo.

1 comentario:

Comas dijo...

Magnífica reflexión, ayer en la guardia un paciente, había faltado dos veces a las citas de colonoscopias que tenía y llegó sangrando a la Urgencia. ¿cuánto nos cuesta esta falta de responsabilidad?