domingo, 24 de febrero de 2013

Zbigniew Preisner para Kieslowski

A veces el cine de autor es difícil de digerir y requiere una afición por el séptimo arte superior al mero deseo de entretenerse. En mi opinión "La doble vida de Verónica" entra claramente dentro de esa categoría. Sin embargo, las dos canciones que canta Verónica, ambas de Preisner, me impresionaron. Las escuché boquiabierta, sin pestañear siquiera, y me dejaron con ganas de más. Sólo por ellas me mereció la pena tragarme la película entera en cuestión. Las canta al principio por lo que podría haberme ahorrado el resto, pero eso no lo sabía entonces y la vi hasta el final con la esperanza de más. Tras oírlas me comprenderéis. 





De la serie de Tres Colores la que más me gustó, sin ninguna duda, fue Blanco. ¿Por qué reincidí tras el aburrimiento mortal de Azul? La razón es evidente, y tan antigua como el mundo: el amor ciego e idiota es el que impulsa a secundar al otro en ese tipo de tonterías (mi  ex solía salir con un grupo de culturetas, tan pretenciosos como hipócritas, que eran los que planeaban las tardes de cine). Azul se me ha olvidado y de Rojo me acuerdo del final, en el que las tres películas se interrelacionan y se convierten por ello en una trilogía (ese es el único nexo, además de que los tres colores son los que forman la bandera francesa). 

Blanco no sólo me pareció interesante sino que me dejó un buen sabor de boca y me alegré de haberla visto. Me encantó la blanquísima escena sobre el helado Vístula en la que los personajes, y el espectador, se dejan llevar por la euforia de la libertad bajo los acordes de este maravilloso tango (que además suena varias veces durante la película). Un regalo.



Una anti-recomendación: dentro del ciclo de películas francesas al que asistimos, recuerdo el título de un terrible bodrio, El perfume de Yvonne (puede parecer sugerente pero es el mayor pestiño imaginable, absolutamente infumable e insustancial). Afortunadamente la mayoría de las películas no eran tan cargantes y, por lo general, disfrutaba de la proyección al tiempo que me culturizaba y entrenaba mi precario francés.

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