lunes, 25 de marzo de 2013

Interconsultas

Una de las tareas que más pereza me provoca en el hospital son los partes de interconsulta de los hospitalizados. El trajín que conlleva trasladar un paciente ingresado hasta la consulta para valorar allí su patología hace que se me erice el vello cada vez que descubro una nueva solicitud en el ordenador. El caso es que la petición está allí y no queda más remedio que hacerle caso, por mucho que se desee que desaparezca espontáneamente, que no sea más que un error o, la mejor solución de todas, que el enfermo se haya ido de alta. Se piensa que cuanto antes se le atienda, mejor, pero es ahí precisamente donde radica el problema y el motivo de la desesperación. Hay que armarse de paciencia y conviene hacer un buen acopio de ella porque se va a necesitar toda, e incluso más. Este es el proceso, abreviado:

Primer paso: avisar a la planta donde está ingresado el paciente para que programen su traslado dentro del hospital. Cuanto más temprano se llame, más posibilidades de éxito. El secreto está en adelantarse al resto.
Segundo paso: cruzar los dedos para que el mensaje anterior le llegue sin más demora a la enfermera encargada del paciente.
Tercer paso: Si las cosas se retrasan y no se está al quite, tocará esperar a que la enfermera termine todas sus tareas antes de que se ocupe del caso.
Cuarto paso: tras una rellamada porque el enfermo no aparece tras un par de horas, se recibe la explicación de que el paciente está aislado (cosa que sucede con relativa frecuencia y que implica que no puede ser trasladado de ningún modo). Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma (con bata blanca y todo el equipo necesario para preservar las condiciones del aislamiento) irá a la montaña. Claro que no siempre es posible solucionar el problema de ese modo.
Quinto paso: que se alineen los astros para que el paciente no tenga programada ninguna otra prueba esa mañana que, por supuesto, tendría prioridad sobre la interconsulta. Si se trata de rehabilitación o de diálisis es mejor abandonar directamente e intentarlo en otro momento. Con las pruebas de imagen se está a expensas de cuándo se disponga de algún hueco en radiología. Si uno se pasa por ese servicio para preguntar la hora a la que está previsto llamarle, y hacerse una composición de tiempo, lo más probable es que le digan que en una media hora. Nunca hay que asumir que esa media hora consta de sólo 30 minutos. La única garantía de coincidir en el horario es que uno cuente con que dispone de 30 minutos para atender al paciente.
Quinto paso: hacerse con un celador para que realice el traslado. Aquí está el cuello más largo de la botella. Los celadores no abundan y, sin embargo, sus tareas requieren que se multipliquen y que cada uno se reparta entre varios lugares a la vez. En el hipotético caso de que haya un celador disponible a buena hora no se puede cantar victoria, lo más probable es que también aparezca el carrito de los desayunos y entonces ya se sabe: la prioridad es que el enfermo se nutra.
Sexto paso: el traslado. Suele transcurrir sin mayores incidencias pero eso no supone que sea un paso exento de riesgos. Hay pacientes que deben ser trasladados en la cama, lo que presenta el inconveniente añadido de que algunas camas no entran por las puertas de la consulta (debido a un error de diseño que sucede en más de un hospital, al parecer las puertas más pequeñas son más baratas). También hay pacientes que aunque pueden ir en una silla de ruedas, necesitan una grúa para sacarlos de su cama y sentarlos en ella. Si es así no bastará con un solo celador, so pena de herniarle, sino que harán falta al menos dos, por lo que hay que retroceder de nuevo hasta el quinto paso.
Séptimo paso: el camino. Los pacientes se pierden con relativa facilidad. Con menos frecuencia, aunque también sucede, es el celador que los transporta el que no conoce el destino, o lo lleva antes a otro, y realiza un tour por los pasillos mientras conduce la silla de ruedas.
Octavo paso: en la puerta de la consulta. Ahora al que le toca esperar es al enfermo porque el médico que iba a verle se ha visto obligado a marcharse a atender otras obligaciones.
Noveno paso: la consulta ¡al fin! Aquí se descubre, con relativa frecuencia, que la patología por la que se solicitaba valoración no es algo que haya sobrevenido durante el ingreso, sino que se trata de un problema crónico, de años de evolución, y ya que está en el hospital, ¿qué mejor que aprovechar la oportunidad para estudiarle a fondo? Por supuesto hay que regocijarse de que no sea ninguna urgencia, o el pobre hombre lo habría pasado muy mal en el ínterin. Otras muchas veces el origen no se corresponde con nada de la especialidad y también los hay que llegan a la consulta en tal estado que, una vez allí, es prácticamente imposible hacerles nada.

Con todo esto en la cabeza, enfrentarse a una nueva interconsulta requiere mucho valor, un largo suspiro de sufrimiento, autocompasión y paciencia y una palmadita comprensiva en la espalda del resto de los compañeros que comparten esa misma situación el resto de los días.

1 comentario:

Comas dijo...

Primera sonrisa de la mañana,gracias, antes de irme a Urgencias y pasaros algún paciente de esa zona, que también los tenemos. Un abrazo y buen Lunes.