lunes, 15 de abril de 2013

Detrás del espejo

Las imágenes se mueven dentro del espejo. Me acerco a mi reflejo hasta que mi rostro no es más que un borrón. Me apoyo en el cristal y mi piel se funde con el azogue. El metal late, se agita y se abre. Doy un paso hacia adelante y avanzo envuelta en la cortina plateada que repta sobre mi cuerpo al atravesarla.

Dejo la cortina atrás, sin darme la vuelta la siento caer a mis espaldas como una cascada. No hay ciudad detrás del espejo sino una senda de niebla y de piedra blanca. Camino entre sus muros, me hago pequeña a cada paso o si quizás es el propio espacio el que se dilata. La piedra desaparece y la niebla se abre en el interior de una perla iluminada por el oriente de su nácar. Soy una bruja que ha ido más allá y que, por culpa de su curiosidad, ha terminado encerrada en su bola de cristal. Toco la pared de niebla, tan densa y ligera como un velo de tul. Se deshace por el roce para dejar pasar mi mano y se cierra de nuevo alrededor de mi brazo. No puedo atisbar el futuro, a través de sus jirones sólo percibo la negra oscuridad que la rodea.

Recorro su contorno, paseo por el centro de la luna de cristal con la pretensión de alcanzar su misteriosa otra mitad. Antes de descubrir lo que se esconde en su cara oculta, la luz cambia. Desde el exterior penetran rayos de bronce y la esfera se tapiza de ámbar. El interior brilla transformado en un sol de oro que me deslumbra y no me deja ver nada. La niebla se enrosca en mi cuerpo, sube y me cubre hasta el cuello con hebras de caramelo. Una corteza rígida me inmoviliza. Trato de escapar, levanto el rostro y guiño los ojos. No logro nada más. Estoy petrificada en medio de un bosque. Entre las hojas el sol se cuela y me quema. Resignada, dejo que el calor me bañe. Me derrito, me transformo. Mi tronco se estira y, sin esforzarme en ello, mis brazos se alzan. Se elevan hacia el cielo hasta que lo arañan con la punta de mis ramas. La bóveda se rasga y me cuelo por la fisura para seguir hacia arriba. La cúpula de hojas es ahora una capa de estrellas y formo parte de ella. Extiendo mi copa para sellar la grieta de la esfera.

Una hoja se desliza por encima del cristal. Mi reflejo sale del espejo y la habitación se inunda de estrellas.

1 comentario:

Carmen dijo...

¡Precioso! La ilustración es de las más bonitas que has puesto (aunque la verdad es que me gustan todas pero siempre te comento si hay alguna un poco más especial).