viernes, 26 de abril de 2013

Fénix

Un enorme pájaro de fuego, camuflado en el amanecer, ha cruzado el cielo y lo ha dejado sembrado de finísimas plumas blancas. No hay nubes y las plumas pincelan el cielo de acuarelas desgarradas. Apenas se ha visto un fugaz resplandor, el reflejo del sol al incidir en un cristal donde no había cristal. Oro encendido seguido de un rayo de plata y un eco final de destellos rosados.

El ave se ha estirado en el vuelo y ha abandonado en el cielo su plumón deshilachado. Se ha escondido tras el sol, allí donde no se le puede mirar. Sólo en algunos instantes se cuela una forma brillante entre las copas de los árboles. No es el viento, no hay movimiento en las sombras sino un parpadeo de luz que transforma en espejos las hojas pálidas de los álamos.

Al anochecer el ave deja el sol para ir a buscar la luna. Se abrasa en un fuego blanco que sólo el frescor de la luna calma. Si no la encuentra, el Fénix arde hasta consumirse en cenizas chispeantes, diminutas estrellas que estallan, se esparcen y se derraman. Algunas caen sobre el océano y otras lo hacen sobre las cumbres más altas de las montañas. Cuando el sol las toca, reaviva el calor de las ascuas y surge un nuevo pájaro de fuego: una nube dorada que se eleva despacio y sacude sus plumas al surcar el cielo como un rayo.

2 comentarios:

Señora dijo...

Me sumo a esta imagen llena de color que has adscrito para Sole y espero que ella se vea reflejada en ese mundo de luz. Día de su cumple, día de renovadas esperanzas a pesar de la oscuridad de muchos momentos. Pero siempre con fuerza hacia delante. Muchos besos

Anónimo dijo...

Muchas gracias, prima, y muchas gracias tita por vuestras palabras...
No siempre es fácil mirar hacia adelante...los recuerdos buenos y malos algunas veces son muy poderosos...pero es cierto, yo también sigo hacía adelante...
Mil besos.
Sole