sábado, 18 de mayo de 2013

Charlatanes y pseudociencias


La medicina tiene límites. Por mucho que el médico se esfuerce en indicar lo mejor para el paciente, la curación no siempre está al alcance de la mano, ni de la ciencia. Pocos médicos de verdad pueden evitar el preocuparse sinceramente por sus enfermos y, en general, se antepone el interés ajeno al propio (especialmente en la medicina pública, tan poco respetada a veces). Las barreras emocionales, ya de por sí poco resistentes, se vuelven más frágiles con el trato y cuando las cosas no van bien es muy duro tener que informar de ello. Por eso mismo conseguir el cariño y la confianza de los pacientes supone una gran satisfacción.

Es vergonzoso que exista una cantidad nada desdeñable de desaprensivos sueltos que se aprovechan de la credulidad, la ignorancia y las esperanzas de la gente para engañarles con falsas promesas. Les engatusan con la ilusión de un milagro cuando su verdadera intención es la de sangrarles la cuenta corriente (ese es el único resultado garantizado que pueden ofrecerle a sus víctimas). Les venden humo a precio de oro mágico, con teorías que poseen la misma base científica que los cuentos de hadas. Al igual que a los villanos de los cuentos no les preocupa el daño que puedan causar por el camino. Por desgracia ahí termina la similitud con la fantasía y, en el mundo real, lo que le sucede al inocente dista mucho de parecerse a un final feliz.