martes, 25 de junio de 2013

Descubrir el mundo

El supersobrino no quiere perderse ni un sólo detalle de lo que le rodea. Para conseguirlo no puede permitirse detenerse ni un instante, debe aprovechar cada minuto del día. Quiere tocarlo todo, probarlo todo, incluso los brazos de la infinidad de familiares y amigos que van a visitarle, a él y, de paso, a sus padres. Se sabe un truco infalible con el que conquista a cualquiera: le mira con sus enormes ojos, le sonríe y le enseña sus primeros dientes de leche, le echa los brazos y, una vez en ellos, le acaricia la cara (con especial énfasis en las gafas, collares y pendientes). No habla pero eso no es óbice para no participar en las conversaciones telefónicas. Empieza a dar sus primeros pasos. Aún le falta seguridad para ir suelto y, como tiene prisa por experimentarlo todo, prefiere agarrarle el dedo a alguien. Con ese apoyo se desplaza hacia su objetivo a la máxima velocidad que le permiten sus piernas (las de su soporte no cuentan).

Durante la visita a mi abuela, su bisabuela  de 95 años, que está en una residencia, se prendó del andador de la dama y decidió probarlo. Tras seducir a su dueña con un despliegue de gracias y carantoñas, obtuvo el permiso necesario para conducir el aparato. Al principio ejerció de guía y no sólo empujó el andador sino que, enganchada a él, también llevaba a mi abuela . Al cabo de un rato la pobre mujer acabó con la lengua fuera, incapaz de seguir el ritmo del chiquillo. A partir de ese instante se erigió en auriga titular de aquel maravilloso vehículo y, para deleite de todos los abuelos allí ingresados, lo paseó feliz en un recorrido turístico por todas las salas y pasillos.

Todo es nuevo en este viaje y la casa de los abuelos es un hogar lleno de tesoros con muchos, muchos libros. De hecho los libros son los únicos objetos vedados. El abuelo no le permite sacar ninguno de la estantería aunque no pone reparos si el interés se limita a acariciar sus lomos. El resto de las piezas, fruto del espíritu nómada y algo coleccionista del catedrático, rebosan atractivo. Provienen de cualquier rincón del mundo, muchas han permanecido años encerrados en sus estuches originales y ahora salen al fin a la luz para ser sostenidas por las privilegiadas manos del supersobrino. El bebé las estudia desde todos los ángulos con verdadero interés científico. Comprueba todas y cada una de sus propiedades, sin olvidarse de su sabor, su resistencia y su rozamiento. Las traslada de una habitación a otra y, como no es capaz de acarrearlas al tiempo que camina agarrado del dedo de alguien, opta por gatear sobre ellas y se arrastra por el suelo con sus joyas bien cogidas en las manos, sin soltarlas hasta hallarles un sustituto.

Los columpios del jardín son su parque de atracciones. Tiene que subirse a todo aunque, si no considera que sea lo suficientemente excitante, lo abandona para ir a buscar algo más estimulante. Es inagotable. A su año de edad le gustan las emociones fuertes: trepar por el tobogán para lanzarse sin más frenos que los brazos que corren a recogerle, mecerse en el columpio y protestar si desciende de altura y, por supuesto, cambiar continuamente de actividad para seleccionar, entre todas, la más apasionante.

3 comentarios:

el tito Paco dijo...

¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
donde la idea brilla,
de la maestra la cansada mano,
sobre los grandes caracteres rojos
de la rota cartilla,
donde el esbozo de un bosquejo vago,
fruto de instantes de infantil despecho,
las separadas letras juntas puso
bajo la sombra de impasible techo.

Lee todo en: INFANCIA - Poemas de José Asunción Silva http://www.poemas-del-alma.com/jose-asuncion-silva-infancia.htm#ixzz2XDYsDHjc

Carmen dijo...

Muy bonita entrada y precioso poema. El sobrino nos tiene a todos locos con esos ojazos y esa gracia que va contagiando a todos. Seguirle durante un día es similar a una maratón y creo que va a rejuvenecer a los abuelos unos cuantos años.

amigademadre dijo...

El menino Jaime es un amor. Y no solo por que lo diga su abuela y sus tias. Tiene un ángel especial. Cuando en Navidad le tuve en brazos pude achucharle sin parar y recibí sus gracias y amores. Una bendición de niño. Disfrutarle.