miércoles, 26 de junio de 2013

En busca del paciente perdido

La consulta es una aventura a contrarreloj en la que hay que ingeniárselas para extraer la máxima información sobre cada paciente en un tiempo mínimo. Para lograrlo es preciso sortear todo tipo de trabas: la primera viene desde el mismo servicio de citaciones que ha decidido que, para ellos, es más cómodo abrirle al enfermo un nuevo episodio cada vez que acude al hospital. El médico quema su paciencia mientras investiga los procesos anteriores, muchos de ellos en blanco, hasta encontrar el que corresponde y continuarlo con el motivo de consulta actual. Sin duda es una estrategia para poner a prueba al facultativo y ver si es capaz de leerse, a toda velocidad eso sí, la información de todas las visitas realizadas al hospital por el paciente, desde su inauguración, y de ese modo hacerse una idea global de su estado.

Otras veces es el más difícil todavía: en citaciones no se conforman con crear la línea de un episodio sino que, directamente, le asignan un nuevo número de historia clínica (por supuesto vacío). Hay que sospecharlo al encontrar números demasiado recientes y también cuando un apellido es compuesto o contiene, o bien alguna preposición, o bien una "ñ". En ocasiones, a pesar de que el paciente afirma que se le ha visto previamente, no hay forma humana de dar con ninguna anotación. Hay enfermos colaboradores que describen sus síntomas y dan información voluntaria sobre su caso, sin embargo algunos creen estar delante de una pitonisa que, gracias a la ayuda de su ordenador-bola de cristal, averiguará todos y cada uno de sus males (para, a continuación, con un pase mágico de varita resolverle sus dolencias). En este caso una historia sin datos no ayuda a adivinar el pasado del cliente. Por supuesto, como siempre, la culpa es del médico por carecer de clarividencia.

En ocasiones la aventura de pasar consulta simula una cacería. Se está al acecho, la pantalla del ordenador avisa de que uno de los citados está en el hospital. Se da a la tecla de aviso y se oye el pitido en la sala de espera... No sucede nada, no se abre la puerta, no llaman, nadie entra. Es posible que el paciente haya recogido su papeleta en la máquina del hall y aún esté de camino. Un par de minutos después se repite el intento, con idéntico resultado. El tiempo pasa, aumenta el número de llamadas sin que nadie se asome por la puerta (en ocasiones algún listillo aprovecha, por si cuela). Se opta por hacer caso omiso de la dichosa protección de datos que impide nombrar directamente a los enfermos y les obliga a coger número, como en el mercado, y se sale a darles una voz. El paciente no aparece. ¿Estará en otra sala? Algunos confunden la sala de espera 2 con la sala de consulta 2 (que está en la sala de espera 1). Los carteles no les sacan de dudas. En nuestra zona de consultas sólo una de las puertas (de las ocho) corresponde a Medicina Interna. No obstante ésta es la única fácil de encontrar: en el cartel de acceso a la sala de espera pone "Medicina Interna" pero, por desgracia, no hay nada que dé pistas sobre a qué servicio pertenecen el resto de las puertas.

El caso es que todos los días me toca ir a la busca y captura de algún pobre paciente. Pruebo en la sala de espera de al lado. Si no tengo éxito, me voy a la del fondo (por si han caminado hasta que se les ha acabado el hospital). Si aún así no doy con ellos, miro los datos de la historia por si figura algún número de móvil. En ese caso les llamo por teléfono y les explico que soy su doctora (se sorprenden, casi les parece una broma), que sé que llevan un rato en el hospital pero que no les encuentro. Algunos afirman que están en la sala de espera. Les hago entender que no están en la correcta (lo comprueban y confirman que tengo razón). Me aseguran que se dirigen a mi encuentro. Les espero. Por desgracia, aún así, alguno se pierde de nuevo.

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