lunes, 5 de agosto de 2013

Aloe

La gelatina que contienen las hojas de aloe es inigualable a la hora de suavizar la piel y calmarla. Tras comprobar, en la piscina de la gemela, que efectivamente funciona, House y yo decidimos hacernos con una plantita para casa. Así fue como hace unos 10 años compré una. Nuestra primera intención era cortar las hojas, abrirlas y  untarlas en la piel cuando fuera preciso. Nos ha faltado valor.

Hay quien tiene mano verde a la hora de cuidar plantas, hay quien no tiene mano, los hay con mano negra y, por último, están mis manos. Sinceramente no me explico como la Señora se arriesga a que le riegue las plantas en vacaciones, deduzco que porque no le queda otra alternativa. Dado lo poco que me duran, las de flores se marchitan en cuestión de horas, no me suele dar tiempo a encariñarme con ellas. El aloe es un cactus, capaz de resistir el desierto y el sol abrasador del verano linarense, y que ha probado con creces su resistencia al sobrevivir incluso a mis habilidades horticultoras (cierto que, a la vista de su evolución bajo mis cuidados, es House el que se encarga de regarlo). Tras pasar su primera semana en casa le cogimos cariño, tanto que nos dio pena cortarle las hojas para usarlas con fines cosméticos (somos médicos y tenemos la regla de "primun non nocere" grabada en la cabeza). En vez de eso le dejamos vivir en paz y compramos en la farmacia gel puro de Aloe Vera (no funciona igual de bien pero a cambio no nos obliga a mutilar a nuestra plantita).

Dejado crecer a sus anchas el aloe decidió transformarse en palmera, y casi lo consigue. Las hojas inferiores se secaron (sólo una vez las cortamos, ya en fase terminal, para aprovechar la parte del gel que aún conservaban). Apareció un tallo que se elevó un palmo sobre la maceta y que ahora crece inclinado, cada vez más, vencido por el peso de las hojas. Mientras tanto ha tenido hijitos y no queda ni un hueco libre en la tierra. Supongo que deberíamos trasplantarlos pero mucho me temo que esa maniobra supera mis nulas capacidades. Opero, sí, pero nunca he realizado ningún transplante.

Creo que los que nos conocen bien jamás imaginaron que nuestro aloe viviría tanto tiempo porque, hace no mucho, nos regalaron otro. No especificaron que era de repuesto pero no hacía falta. El nuevo aloe también ha decidido retarnos y, no sé si para imitar al otro, ha sembrado su maceta de hijos. Ahora tenemos nueve matas de aloe que se esmeran en comprobar la capacidad de dos macetas de tamaño pequeño y medio. Necesitamos un jardinero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo prima, que he heredado la mano para las plantas de ti...XD..... hay q ver con la maña para las plantas d toda la familia.
Un dia...hará 12años la tita Merche m dio un tronquito de brasilq no sabía que hacer cn el....no entiendo comk ha sobrevivido a mis meses de verano sin pasar por casa y sin una gota de agua. Pal

Anónimo dijo...

El Aloe vera es mi planta favorita hasta el punto de que me la como, bueno solo el gel la cáscara y un liquidito amarillento (látex) no, por que es nocivo. Yo sí consumo el aloe directamente obtenido de la panca. Hay una forma se sacar la hoja sin que sufra la planta y además se va quedando un tronco que la hace más esbelta.

Como he comprobado que mi doctora favorita también utiliza esta planta, me atrevo a daros una receta de mi invención que llevo tomándola desde hace un año y la verdad es que me va muy bien. Tengo una docena de plantas en mi terraza y dispongo de ellas en distintos tamaños. Los hijos los voy trasplantando y así nunca me falta la materia prima.

Ingredientes para un mes aproximadamente:

El gel de dos pencas de aloe vera
Una cabeza grande de ajos.
Una cebolla hermosa.
150 cc de miel
Un vasito de aceite de oliva, si es posible de la primera prensada en frío.
Un chorreón de buen brandy.
300 cc de agua.

Proceso:

Se saca el gel y se lava muy bien, debajo del grifo, hasta que desaparezca el líquido viscoso. Se le quita la cáscara a los ajos y a la cebolla. Se coloca todo en la batidora y se le agrega la miel, el aceite, el agua y el coñac y se bate todo muy bien hasta que quede una pulpa lechosa. Se deja enfriar y se pasa a un tarro de cristal (500 cc a un litro) y se coloca en la nevera.

Administración:

En ayunas todas la mañanas, se empieza por una cucharada sopera (hasta tres) que se vierte sobre el zumo de un limón, un día, y al siguiente de naranja. Se le añade bicarbonato sódico (media cucharadita de café) y se aprovecha la efervescencia para tomarlo de un trago (ponerlo en un vaso grande para que no se salga). Al rato podéis desayunar como de costumbre.

Objetivo: Alcalinizante y depurativo del organismo. También es energético, por lo menos a mi me funciona.


Un beso, JMD.