lunes, 26 de agosto de 2013

Despertar princesas

Las princesas de los cuentos se toman muy en serio lo de conservar su belleza. El descanso es fundamental, no en vano se llama sueño reparador. Es preciso dormir bien y un buen número de horas. Si uno se pasa las noches en vela, aunque sea contemplándose en un espejo mágico, al final la lozanía se resiente y es otra advenediza la que pasa a ocupar el puesto de "más hermosa del reino". En los cuentos no se conoce la cirugía plástica, o es probable que estos cirujanos, con sus habilidades, hubiesen desplazado a los príncipes azules en el corazón de las reinas y princesas aspirantes al título. Sin cirugía, botox ni infiltraciones, una vez marchitada, la cosa no tenía arreglo.

Las pobres reinas se veían obligadas a deshacerse de las oportunistas que habían usurpado su puesto. Era una cuestión de Estado de la que dependía quién detentaría finalmente el poder. No se habla de las reinas que triunfaron y recuperaron su trono, entonces todo se quedaba en una conspiración fallida, pero las que lo perdieron definitivamente pasaron de víctimas a villanas. Ese tipo de intrigas constituía la prensa rosa de la época, nada como una leyenda, con todos sus ingredientes, para ganar popularidad.

Las doncellas sabían que la belleza es efímera y que el mejor truco para mantenerla era el descanso. Debían evitar el estress, las tareas domésticas (eso de limpiar y cocinar para siete hombrecitos era un abuso, suponía un precio demasiado caro por tan sólo haberse tumbado sobre sus camas), los paseos por el bosque expuestas a la luz del sol con el riesgo de posibles tropiezos, arañazos, moratones y cicatrices. Si pretendían conservar el título de la más bella no podían caer en los mismos errores que sus predecesoras. Se buscaban un buen lecho, que en ocasiones protegían con un cristal que permitiese admirarlas sin molestarlas, y dormían y dormían.

Sin embargo las leyendas son traicioneras y el boca a boca termina por distorsionarlas. Cuando la historia llegaba a los oídos de los héroes, de esos cuya vocación consiste en salvar damiselas en apuros, las bellas durmientes encarnaban a jóvenes inocentes presas de un hechizo mortal. Sólo el primer beso de amor podía despertarlas. ¿Qué héroe que se preciara era capaz de no emprender esa gesta? Además había que añadir el aliciente de ganar su mano y convertirse en rey. Era una tentación irresistible.

El príncipe sorteaba mil obstáculos, se enfrentaba a todo lo que se le pusiera por delante, ya fueran zarzas, dragones o brujas, con tal de conseguir su propósito y lograr el objeto de sus deseos. La princesa, ajena a tanto esfuerzo, soñaba plácidamente. De repente, sin saber cómo, notaba que le faltaba la respiración. ¡Se la robaban! Lógicamente se despertaba. Lo primero que descubría era a un galante caballero, arrodillado a sus pies, que le proponía matrimonio. La decisión era sencilla: el héroe se ocuparía del trabajo del reino y ella se dedicaría a cuidarse sin el peligro de que llegasen más pretendientes a despertarla. Aceptaba encantada, con su sonrisa más radiante. Y ahora, si se lo permitía, debía dormir, perdón, prepararse para la boda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que suerte de tener una prima que no solo se acuerda de todos los eventos, festicidades y cumpleaños de familiares, amigos y famosos. Encima nos regala un cuento o un relato o una entrada. No se puede pedir más la verdad. Qué suerte tenemos!