jueves, 28 de noviembre de 2013

Flores de Pascua

Me han regalado una Flor de Pascua. Me la ha traído uno de mis pacientes y esos regalos siempre hacen ilusión. Ya os comenté que no he sido agraciada con el don de la mano verde, sino con el maleficio de la negra, por lo que House se ocupa del cuidado de la flora en casa (y a mí me mantiene a distancia, sin tocar nada, para intentar que sobreviva). La Señora me encarga el riego de sus macetas durante las vacaciones pero no porque confíe en mí, sino porque soy su último recurso.

Todos los años algún paciente me ofrece con todo su cariño una Flor de Pascua que no logramos que llegue siquiera hasta Navidad. Creo que según entran en casa, se marchitan. El año pasado House leyó que el motivo era un hongo que se manifestaba con motas blancas sobre las hojas. Aproveché una de sus salidas para acercarme a nuestras plantas y comprobé que nuestra poinsetia de turno estaba invadida. Mi instinto médico superó cualquier reparo y decidí intervenir. Era necesario aplicar medidas drásticas, tenía que operarla para extirpar la enfermedad. Agarré las tijeras, las de cocina porque no tenemos ninguna herramienta de jardinería, y la podé sin compasión. Por desgracia tuve que amputarle casi todas las hojas rojas y unas cuantas de las verdes. House abrió la puerta en el momento en el que terminaba el tratamiento. No me felicitó por mi iniciativa sino que me apartó de mi paciente con las alentadoras palabras: ¿Qué has hecho? ¡La has matado! Le expliqué que era una cura pero no le convencí y me convertí en culpable de poinseticidio. Aunque no se refleja en el código penal el castigo es recibir miradas asesinas del tribunal.

Contra todos los pronósticos, al menos los de House, la planta sobrevivió. Creo que la pobre no se atrevió a dejar escapar ninguna de las hojas que aún le quedaban, ni tampoco a mostrar más motas blancas. En realidad se le ocurrió una vez, lo sé porque descubrí a House, armado con las tijeras, entretenido en cortar las hojas afectadas. El tiempo le había demostrado la eficacia de mi cura. La mata, en teoría moribunda, pasó las navidades, el invierno, la primavera e incluso comenzó el verano con buen pie. Me mantuve alejada de ella, no conviene tentar de más a la suerte.

Ni House ni yo nos atrevíamos a cambiarle la tierra ni a trasplantarla de maceta. House me encargó que le comprase abono, seguro de que le iría bien. Le hice caso y compré una botella en la primera floristería que encontré. Me dejé aconsejar por el vendedor, aunque quizá mi error es que no le conté toda la historia. Nuestra Flor de Pascua, en su delicado estado, no soportó el suplemento. En poco tiempo, lo único que quedó fue el tiesto.

Al llegar con la nueva Flor de Pascua, House me ha hecho entrega de las tijeras. Este año no he sido tan drástica. ¿Bastará con la amenaza?

3 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; en mi casa, las tornas están invertidas respecto a la tuya: es mi mujer la que se encarga de todo lo relativo al 'negociado vegetal', yo soy una nulidad absoluta en la materia (aunque lo cierto es que, después, me gusta la alegría visual que aportan las plantas). Alguna vez he llegado a hacer un amago, pero no pasó de ahí la cosa. En todo caso, espero que, si algún día me pongo a ello, lo haga con tan buena mano como tú (pero lo dudo, lo dudo...).

Un abrazo y buen día.

Elvis dijo...

Un apena que ninguna hayamos heredado esa mano con las plantas, a mi también se me mueren facilmente....

cuca dijo...

Lo de las plantas es cosa del Biedma que tiene una mano muy buena y las tiene más bonitas que un San Luis, esos si, como tome manía a alguna las deja morir lentamente primero cambiándolas de lugar, después las pone en la cocina y más tarde en la basura.
La de pascua concretamente se despelucha antes de navidad, es caso perdido.
Un besico