jueves, 31 de octubre de 2013

Miedo

"¿Por qué Platón (o Aristóteles) sitúan el coraje al final de las virtudes? No está hecho de buenos sentimientos: un poco de rabia, un poco de vanidad, mucha terquedad y un placer deportivo vulgar. Sobre todo se exalta la fuerza física que, sin embargo, no tiene nada que ver. Se cruzan los brazos sobre la camisa abierta y se respira hondo. Es muy agradable. Cuando eso ocurre durante la noche se combina con el sentimiento de haber cometido una inmensa tontería. Jamás admiraré a un hombre que sólo sea valiente. Antoine de Saint-Exupery." 

¿De qué tengo miedo? No cualquier miedo sino miedo de verdad. Tengo miedo de todo aquello de lo que no me puedo reír. Tengo miedo del dolor, tengo miedo de llorar. Mi llanto nunca me consuela sino que aumenta mi tristeza. Contengo mis lágrimas, sé que cuando comienzan no tienen fin, pretenden verterse todas de golpe, al igual que una cascada, para así acabar con la pena, aunque antes me ahogo en ella. Soy una cobarde, tengo tanto miedo y me resisto tanto a admitirlo que ni siquiera soy capaz de hablar de ello. No es que así niegue su existencia pero la siento menos cerca. Normalmente vivo metida en una burbuja en la que me siento a salvo. Es una membrana que me aísla, amortigua lo malo del exterior y en su interior respiro un aire de sueños y romanticismo. Es pueril, lo sé, como mi inmadurez emocional. Si mi burbuja se rompe, mi atmósfera de ilusión se disipa y me convierto en un ser vulnerable y expuesto. Me aterra la impotencia, querer y no poder hacer nada. No puedo afrontar mis temores, reconocerlos en voz alta sería soltar la mentira a la que me aferro para precipitarme al abismo de mis demonios. Las palabras no me salen, se bloquean en mi garganta. No las retengo, sencillamente soy incapaz de decirlas, ni siquiera a los que más quiero, ni a los que más me quieren. Se convierten en un secreto que no deseo saber. No aspiro a compartirlo sino a construir un enorme muro que lo encierre para siempre. En los peores momentos quisiera encontrar una concha dura, pequeña y oscura en la que refugiarme hasta que la tormenta pase. Una concha o, mejor aún, unos brazos que me abracen y me calmen.

miércoles, 30 de octubre de 2013

La niña que quería ser pez

Érase una vez una niña que quería ser un pez. ¿Por qué? os preguntaréis. La respuesta es simple, era una niña que aún no había dejado por completo su etapa de bebé. Era tan pequeña que aún recordaba la época en la que flotaba dentro de la barriguita de mamá. Allí se sentía protegida, a salvo, feliz al escuchar el corazón de su madre y al oír el sonido de su voz cuando le hablaba. Allí sentía las manos que se apoyaban sobre ella para acariciarla y decirle cuánto la querían. Allí deseaba volver.

No es que no le gustara ser una niña pero echaba de menos esos momentos. Ahora dormía sola y algunas noches tenía pesadillas. Le daba miedo levantarse para ir a la cama de papá y mamá. Con ellos se encontraba segura, los monstruos no se atrevían a acercarse, pero sabía que, pasado un rato, le tocaba regresar a su cuarto y, para entonces, no siempre el miedo se había marchado de su habitación.

Descubrió la pecera en casa de sus tíos: una esfera llena de agua en la que nadaba un pez naranja. Sus escamas brillaban y sus aletas ondeaban despacio mientras envolvían sus movimientos. Aunque sus recuerdos del pasado eran muy vagos, Adriana dedujo que antes de nacer, ella se parecía a ese pez.

Probó en la bañera a respirar bajo el agua, pero apenas aguantó unos segundos. Eso no funcionaba. ¿Qué podía hacer para volver a ser pez? Se fijó en mamá que limpiaba el pescado para la cena. Dentro tenía un esqueleto de espinas que le daba forma. Al retirarlo sólo quedaron unos filetes que, sin la raspa, no se parecían al animal original. Para convertirse en pez necesitaría espinas.

Cenó pescado y notó algo punzante en la boca. ¡Una espina! ¡Su primera espina! Sin embargo no se la tragó como esperaba sino que se le quedó clavada. ¡Ay! ¡Qué dolor! ¡Le pinchaba! Papá le miró la garganta pero la espina estaba escondida y no vio nada. Tendría que verla el médico.

El médico encontró la espina pero estaba tan metida que no podía sacarla. Había que dormir a Adriana. ¿Habría pesadillas también dentro del quirófano? se preguntó la pequeña. Se tranquilizó, había tanta gente que era difícil que se colase también alguna pesadilla. Cerró los ojos y se durmió.

Soñó que se convertía en pez. Respiraba en medio del agua, aunque el olor era extraño. El agua desapareció y Adriana intentó respirar de nuevo el gas, pero ahora tenía branquias y se ahogaba. Tosía con cada inhalación. Sintió que se dormía de nuevo. Había regresado al agua pero ya no deseaba ser pez. Soñó que volvía a ser una niña. Despertó poco a poco, sintió el sabor del aire que entraba en su boca y bajaba hasta sus pulmones. Dejó que se llenaran antes de exhalarlo. Respiró hondo, una vez más y otra, y otra más. Respiró y respiró hasta que lloró. Entonces oyó la voz de mamá que la llamaba: ¡Adriana! ¡Mi niña!

martes, 29 de octubre de 2013

El monstruo del cuarto de baño

Otra vez es de noche y sé que el monstruo regresará. El resto dormirá pero yo no podré hacerlo. Esperaré su llegada en ese estado de duermevela en el que apenas descanso. En medio del silencio, oiré sus pasos. Se detendrán ante el umbral. Sentiré el movimiento de la puerta que se abre. Le seguirá el roce de su mano al empujarme. ¿Qué es ese ruido? La madera cruje, las bisagras rechinan. Su chirrido es sobrecogedor. ¡Shhh! ¡Qué se va a despertar! Me quedaré quieto, en mi sitio, contra la pared. Seré otro bulto oscuro más. La luz del pasillo me delata, recorta el relieve de mi sombra. ¡No, no mires! ¡No levantes la cabeza! En el cristal negro del espejo se distingue mi forma. Esta vez me ha descubierto. ¿Qué ocurre? ¿Por qué retira la vista? Creo que la he asustado. Se marcha. Regresa a la cama. Volverá a buscarme por la mañana pero, entonces, ninguno de los dos sentirá miedo del otro. Con el primer rayo de sol, sólo seré un albornoz.

lunes, 28 de octubre de 2013

El plan del pirata Pablo

Pablo deseaba conocer a algún pirata de verdad, de esos que llevan un loro en el hombro, un parche en el ojo, igual que el que le ponía papá por las mañanas, un diente de oro, una casaca larga y un sombrero negro. Por eso se sintió muy desilusionado cuando se enteró de que ni siquiera se había despertado durante la hazaña de su hermana: Lucía le había rescatado de los piratas y él había permanecido dormido como un leño durante toda la aventura. Eso no podía volver a ocurrir. Si repetían su visita, estaría despierto y listo para recibirles.

Debía prepararse. ¿Cómo? Su hermana Emma decía que para aprender había que estudiar y, como Emma sabía muchas cosas, seguro que tenía razón. Necesitaba libros, en concreto libros de barcos y de corsarios. Escogió La isla del Tesoro y Un capitán de 15 años, eran los que más ilustraciones tenían sobre lo que buscaba. Stevenson y Verne debían de ser expertos en piratas. Todas las noches, antes de dormir, leía un capítulo. Descubrió que eso le hacía soñar con los bucaneros. A veces sólo eran exploradores, marineros en busca de fortuna de los que aprendía rudimentos de náutica: manejar el timón, izar las velas y reconocer los primeros signos de tierra. No era lo habitual. La mayoría eran malvados que luchaban y le amenazaban. En esas ocasiones pasaba miedo, mucho miedo, que se esforzaba por superar. Para enrolarse en un barco debía ser fuerte y valiente. Por las mañanas, al despertar, aún recordaba su sueño y cada día crecían sus ganas de conocerlos. El tiempo pasaba y no sucedía nada. Al final decidió recurrir a su hermana.

- Lucía, ¿volverán los piratas? - le preguntó.
- No, no te preocupes. Me prometieron que no lo harían - le respondió la niña.
- ¿Estás segura? - insistió, decepcionado.
- Sí, no tengas miedo. Hice un trato con ellos y, para evitar que otros te atacasen, se ocupan de montar guardia por las noches - le explicó para tranquilizarle. Pablo sonrió.

El chiquillo estaba feliz. ¡Disponía de una guardia entera de piratas frente a su habitación!Ahora sólo debía atraer su atención para que acudiesen. Lo mejor sería escenificar un ataque, como en las películas. Los muñecos de sus hermanas y sus monstruos de juguete actuarían bajo el foco de una lampara de mesa y la cortina haría de pantalla de cine. Un ventilador que agitase la tela contribuiría al realismo.

Tardó un par de días en agenciarse todo lo necesario. Su madre se extrañó cuando le vio subir las escaleras cargado con el ventilador pero el niño explicó que necesitaba el viento para navegar en sueños y no se estancarse en la calma chicha hasta que se le agotaran las provisiones. La última tarde fue larga, sus padres tardaron muchísimo en irse a dormir y a él le costó un trabajo ímprobo mantenerse despierto. Luego se quejaban de cansancio, pensó Pablo, pero con esos horarios no era de extrañar. Tendrían que acostarse mucho antes para descansar todo lo necesario, al menos eso es lo que le decían a él cuando insistía en trasnochar.

Esperó un poco antes de estrenar el espectáculo: los muñecos estaban amarrados sobre sus coches y motos e iban armados con los pinchos de la barbacoa. La carrera dio comienzo. Los pilotos ocupaban todas las calles del circuito en ambos sentidos. Igual que los caballeros de una justa chocaron sus lanzas bajo los focos. Fuera de escena Pablo los recolocaba sobre sus monturas para que embistieran de nuevo. Entre un pase y otro corría por delante de la ventana y agitaba los brazos en una persecución figurada.

Una sombra se movió sobre las copas de los árboles impulsada por una nube blanca con aspecto de vela. Una rama alcanzó la ventana a modo de pasarela y la figura de los piratas se recortó sobre ella. Uno a uno entraron en la habitación. Sin duda eran sus guardianes: los identificó porque sus parches eran como el suyo, aunque tan viejos que apenas se mantenían pegados en su sitio. Menos mal que siempre contaba con un suministro de parches de sustitución.

Los piratas se sorprendieron al descubrir al niño solo en la habitación. Cierto que estaba todo muy desordenado y sí que parecía que allí hubiese tenido lugar una batalla campal.
- ¿Dónde están los invasores? - preguntó el que tenía aspecto de capitán.
- Han huido asustados en cuanto os han visto acercaros - declaró el pequeño.
En los rostros de los filibusteros se dibujó una mueca de satisfacción.
- ¡Cómo debe ser!- exclamó uno que parecía un gigante.
- Seguro que han sido los esbirros de Simbarba - elucubró otro, más bien esmirriado. - No son más que una pandilla de cobardes.
- ¡Qué desfachatez! Invadir así nuestro territorio y asustar a nuestro protegido- comentó un tercero, barrigudo y paticorto.
- ¡Ya no se respeta el código de honor ni entre los piratas!- añadió el gigante.
- ¡Ya lo decía mi madre! ¿Adónde vamos a llegar?- exclamó el más peripuesto.

Pablo les observaba sin perder detalle. Parecían sacados de las portadas de sus libros.
- Gracias por venir a salvarme - les interrumpió. - Sois muy valientes. Supongo que conoceréis todo el mundo. ¿Cómo es?
- Grande, pero básicamente está lleno de agua - resumió el barrigudo.
- En los libros hablan de islas tropicales, cadenas montañosas, selvas y animales salvajes. ¿No habéis visto nada de eso?
Los hombres cruzaron entre ellos miradas perplejas. Ninguno de ellos entendía a qué se refería el chiquillo. A lo mejor, si lo viesen...
- ¿Nos enseñarías ese libro? - le pidió el capitán.
- Por supuesto.

El niño se subió a la cama y sacó varios tomos de la estantería, desde un atlas hasta sus fichas del colegio, sin olvidarse ni de Stevenson, ni de Verne. Los abrió sobre el suelo y los marineros los rodearon con respeto mientras pasaba las páginas.
- ¡Oh! ¿Qué es eso?
- Un elefante.
- ¿Y ese dibujo tan raro?
- Un mapa.
- ¿Y las letras qué dicen?
A Pablo le sorprendió esa pregunta.
- ¿No sabéis leer?
Todos negaron con la cabeza.
- ¿No os gustaría aprender?
- ¿Es difícil?- indagó el gigantón.
- Para nada- le aseguró el chiquillo. - Sólo hay que cogerle el tranquillo para hacerlo de corrido.
- ¿Y cuando sepamos nos prestarás tus libros de islas, selvas y animales? - le pidió el esmirriado.
- Siempre que queráis - les prometió Pablo. - Todas las noches leo un capítulo antes de dormir. Si os apetece lo haremos juntos.
- ¿Y habrá ron?- inquirió el barrigudo.
- Sólo a veces, al final de curso y para alumnos aventajados- concedió el profesor.
- Apúntanos a todos- proclamó el capitán. -Empezamos mañana. ¡Palabra de pirata!

Y cumplirán su palabra. ¿Qué no haría un pirata por su botella de ron?





domingo, 27 de octubre de 2013

Hora menos, hora más


Se cambia la hora en el reloj pero no en la línea del tiempo. No se vuelve atrás esa fracción de segundo crucial que permitiría prevenir algún desaguisado. Al menos tenemos una hora más para dedicarla a soñar con nuestro mundo perfecto. ¿Qué desearíais recuperar?

viernes, 25 de octubre de 2013

Setas

Florence Anderson
Estoy acatarrada. Un catarro parece cosa de nada porque sus síntomas son "leves" y no te obligan a estar en cama. Es cierto que la garganta duele menos que con unas anginas, la fiebre no sube como sucede en la gripe y la cabeza no estalla como con una migraña.  Al que lo padece le importa poco porque todas esas tonterías, tan llevaderas en opinión del resto del mundo, cuando se suman resultan la mar de incómodas. En resumen: tengo un catarro horrible que me congestiona hasta el cerebro, que no me permite estar tumbada porque me ahogo con la tos y que tampoco me deja hablar por el mismo motivo (además queda poco elegante hacerlo con un pañuelo sobre la nariz de manera constante). Menos mal que la guardia ha sido buena.

Es otoño y además de ser época de catarros y lluvias también lo es de setas. Muchos salen al campo a buscarlas y les gusta tanto esa actividad que no les importa tragarse el atasco del viernes para dormir unas horas en la casa de la sierra, levantarse antes que el sol (oculto tras los nubarrones) y disfrutar de un paseo por el campo embarrado con el fin de recoger unos cuantos especímenes antes de que otros se les adelanten. Hacerlo sin saber es una temeridad y por eso, a pesar de lo mucho que me atrae semejante plan, debo abstenerme.

Afortunadamente para los espíritus menos aventureros, también hay setas en el mercado con las que elaborar deliciosos platos. Se puede optar por combinar las favoritas de cada uno o incluso hacerlos simplemente con champiñones. Por desgracia ni hermanísima ni el hermano podrán catarlos, ya que sus estómagos no congenian bien con los hongos. Este hecho puede resultar chocante si se considera la amplia gama de productos exóticos que son tolerados sin problemas por sus sistemas digestivos. Cabe destacar entre ellos: el pan de los cerdos, en hogazas duras y dulces, las vitaminas de los conejos, con sabor a naranja e indudablemente nutrititivas, las moras aplastadas que caían de la morera, las naranjas amargas, los huevos crudos y recién puestos aliñados con ladrillo molido y yeso (nuestros pimentón y sal a la hora de jugar), e incluso los nada recomendables copos de comida para peces son algunas muestras de "alimentos" cuya degustación ocasional nunca motivaba una indigestión.

CREMA DE SETAS
Esta crema no lleva ni nata, ni crema, ni más grasa que la de la cucharadita de aceite en la que se rehoga la cebolla. Sabrosa, sencilla, dietética y, además, versátil. Según la guarnición que se le añada serviría también para agasajar a los invitados con algo original, apetecible y reconfortante. Se puede utilizar como salsa para acompañamiento de las carnes o incluso para la pasta, una idea es emplearla en sustitución de la bechamel de la lasaña, lo que la haría más ligera, con un toque final de parmesano rallado en este último caso.

Ingredientes
1 cucharadita de aceite de oliva
1/2 taza de cebolla picada
2 dientes de ajo picados
1 ramita de hojas de tomillo (sólo las hojas)
6  tazas de setas en dados (champiñones, shitake, boletus...)
Sal y pimienta
4 tazas de agua (puede emplearse una taza de vino en sustitución de una de las tazas de agua, el Oporto, el Moscatel o el vino de Madeira le dan un toque dulce que casa muy bien con el sabor de las setas)
1 hoja de laurel

Guarnición opcional:
Aceite de trufa
Champiñones chinos (pequeños)
Yogur natural
Láminas de foie micuit (lo ideal es congelar el foie una hora antes de usarlo y luego rallarlo con un rallador de queso)

Elaboración
Saltear en el aceite la cebolla, el ajo y el tomillo. Añadir los champiñones en 4 tandas. Sazonar y remover continuamente. Añadir el agua y el laurel. Subir el fuego hasta que hierva. Reducir y dejar cocer a fuego medio durante 30 minutos, moviendo de vez en cuando.
Retirar la hoja de laurel. Batir.
Se puede calentar y servir directamente, aunque es preferible dejarla enfriar una noche para que los sabores se asienten.

Servir solo o acompañado con guarnición de champiñones chinos, aceite de trufa, láminas de foie (muy finas) o un poco de yogur.

TERRINA DE BOLETUS con SALSA DE AJO DULCE
Ingredientes (6 personas)
400 gr de boletus maduros
5 huevos enteros
50 ml de nata
100 ml de aceite de oliva virgen

Elaboración
Rehogar los boletus en 100 ml de aceite, ligar con la nata y los huevos enteros.
Rectificar de sal y cocer en un molde al baño María a 150º C durante 30 min aproximadamente.

SALSA MUSELINA DE AJO DULCE
6 dientes de ajo cocidos: confitarlos despacio en 100 ml de aceite de oliva, a fuego muy lento, durante 20 minutos.
Dejar enfriar y montar con las 2 yemas y 1 cucharada de mostaza de Dijon

jueves, 24 de octubre de 2013

Pacientes y clientes

La Consejería puede estar satisfecha, los médicos además de atender pacientes también tratamos con clientes. ¿En qué se distinguen? No sé si a nivel administrativo los clientes redundan en algún tipo de beneficio económico, al igual que en los negocios, pero me extrañaría. De hecho muchos de ellos acuden a la Sanidad Pública para no tener que desembolsar el gasto que les supone estudiarse en la Privada. Su excusa: ya pagan la Seguridad Social,  e incluso hay quien aduce que es su dinero el que paga el sueldo de los médicos. Semejante afirmación es una muestra supina de ignorancia.

Un paciente acude al médico en busca de opinión, consejo y tratamiento, y el médico estará encantado de sentirse útil de alguna manera, mejor si puede servirle de ayuda y solucionar su problema. Entre ambos se crea un vínculo de confianza. Un cliente es diferente. Un cliente tiene opinión, aconseja al médico y le indica las pruebas precisas y el tratamiento que desea se le recete. La máxima del cliente siempre tiene razón no debería ser aplicable en ese ámbito, y sin embargo se aplica. Cierto que es él el que padece los síntomas, pero hasta ahí llega su papel. No puede ejercer de médico porque no ha estudiado 6 años de Medicina, no es especialista porque no ha competido en un examen para, tras aprobarlo, pasarse 4 años metido en un hospital como MIR. Tampoco tiene la práctica de ver una mañana de consulta citada con huecos duplicados, ni mucho menos se pasa los días y las noches pendiente de un busca mientras trata de acertar con el diagnóstico de cada caso.

En muchas ocasiones hay que tragar quina y hacerlo con la mejor cara de póquer del repertorio de gestos. Con menos frecuencia hay que aguantar con estoicismo el acoso de algunos y responder a las preguntas de los que se creen con derecho a examinarte. Siempre hay que atender a todo el mundo con profesionalidad y corrección, aunque en estos casos conviene marcar los límites, por desagradable que resulte. Nunca hay que perder las buenas maneras, ni siquiera ante los que no muestren las suyas. No hay que guiarse por las emociones a la hora de valorar su patología, y si precisan cita de revisión, hay que ofrecérsela,  por mucho que se desee no encontrárselos jamás. Por supuesto, si no quedan satisfechos, lo que es inevitable en algunos casos, se apresurarán a dejar constancia de su desagrado en una demanda en Atención al Paciente. La queja deberá ser contestada por el médico en un plazo breve y la respuesta se acompañará de una disculpa, obsequio del departamento encargado de tramitarla, tanto si la merece como si no.

miércoles, 23 de octubre de 2013

En clave de Sol

Carezco de talento para la música, me habría encantado que fuese de otro modo pero debo aceptar lo que hay. Tengo compasión de la humanidad y, salvo el cumpleaños feliz, no canto cuando hay alguien presente.

Mis primas tocaban el piano y yo deseaba imitarlas. Todo lo relacionado con aquel instrumento me resultaba precioso, desde la banqueta especial tapizada en terciopelo en la que había que sentarse, el momento de levantar la tapa y descubrir las teclas blancas y negras, como si siempre exhibiese una gran sonrisa, y el acariciar su superficie suave y lisa. Ver las manos moverse mientras los dedos recorrían con precisión el teclado era algo hipnótico.

Siempre me ha fascinado la capacidad de algunos de tocar "de oído". ¿Cómo lo hacen? ¿Tienen un oído especial, diferente al mío? Sin duda el suyo funciona mucho mejor que el de mi infancia. Los mocos no abandonaron jamás mi vía aérea en mis primeros 7 años de vida. Los tenía tan arraigados que formaban parte incluso de mi oído medio. No es que entonces supiese que ese era el motivo por el que era incapaz de comprender los susurros con los que mis amigas me revelaban sus secretos, y que sólo conseguía descifrar si leía los labios de mi interlocutor. Si no era así, el secreto seguía siendo tal y yo continuaba en mi ignorancia. No sé si esta ocupación afectó en algo el desarrollo de mi vía auditiva o si mi incapacidad para discriminar sonidos (y también para reproducirlos) era algo innato e inasequible a la práctica.

Mis primeras clases de música las recibí en el colegio de Valladolid. Con la ayuda de una flauta aprendimos las notas y tocábamos alguna cancioncilla. También tratábamos de sacar otras piezas de oído, aunque esto era algo que hacíamos en casa y no sé si el motivo por el que mis padres trabajaban fuera hasta bien entrada la tarde, e incluso la noche. Mi mejor amiga iba a hacer las pruebas de acceso al conservatorio y me presenté con ella. ¿De verdad había diferencias entre las notas del dictado? Debía de ser que sí porque no pasé el corte (cosa que sí consiguió mi amiga).

Un verano en Linares fui, junto con mis primas, a las clases de su profesora de música. Me gustaba la teoría de la música y la práctica del piano (a base de escalas que repetía sin cesar para coger soltura). Creo que ese año mi familia valoró las ventajas de tenerme entretenida con un libro y bien lejos de cualquier instrumento musical.

Al mudarnos a Madrid comencé a ir a una academia. Los profesores eran cubanos y debían de haber aprendido su pedagogía del hijo de Fidel Castro con la Srta. Rottenmeier. Me apunté a ballet, solfeo y guitarra (mis padres descartaron el piano y, no sé por qué, pensaron que la guitarra era una buena alternativa. Se demostró que estaban equivocados. Si me salían ampollas en las manos al coger la escoba os podéis imaginar lo idóneo de las yemas de mis dedos para presionar las cuerdas). Tenía clases de solfeo el sábado por la mañana, desde primera hora. Les dejaba a todos en sus camas y me marchaba a la academia. Insistían en la puntualidad por lo que a veces llegaba incluso antes de que abriesen. Recuerdo un día en el que me levanté con dolor de garganta. Me fui a clase convencida de que se me pasaría. El dolor empeoró al avanzar la mañana y se lo comenté a la profesora. Toda comprensiva me dijo que dejará de quejarme y que solfease. Aguanté en mi sitió hasta el final. Cuando terminé no me marché sino que me quedé para mi clase de ballet (que era donde disfrutaba). Llegué a casa al mediodía. Mi madre me miró la garganta, me puso el termómetro y me mandó a la cama con fiebre y mis hermosas anginas bien inflamadas.

Lo que más temía eran las clases de entonación. Me maravillaba la gente que cogía el libro y cantaba la obra. Aunque reconociera las notas en sus líneas del pentagrama, lo de reproducir su sonido era otro cantar, y nunca mejor dicho. No tuve más remedio que, en casa, tocarlas con la flauta y aprenderme todas las partituras de memoria, junto con su melodía correspondiente, para salir del paso en aquella asignatura. Aún me acuerdo de algunas de ellas pero sigo sin saber cómo suena cada nota escrita.  ¿Que cómo aprobé primero de solfeo? Es un misterio.

martes, 22 de octubre de 2013

Excusas para tener un blog

Los blogueros se escudan tras diferentes razones para explicar por qué tienen un blog. Algunas son evidentes mientras que otras residen en el subconsciente más profundo, en ese rincón en el que se esconden  los defectos que no queremos reconocer. Forman parte de un grupo de motivaciones generales, lo que significa que no le pertenecen a nadie en concreto. Es curioso como lo general es eso que todos tienen en común excepto uno mismo. El hecho de no participar de la generalidad del resto es lo que nos convierte en únicos a nuestros ojos.

Analicemos las excusas más frecuentes. Algunas suenan contradictorias entre sí, lo que se explica porque cada una se aplicaría en función de las circunstancias, las fluctuaciones del ánimo o el momento:

1. Me gusta escribir (evidente o el bloguero en cuestión sería un masoca emperrado en inmolarse día tras día frente a las teclas de su ordenador. Como hay de todo en el mundo es posible que también haya individuos así y que incluso cuenten con un teclado especial que les suelte una descarga que los deje tiesos al presionar alguna de las letras. Imaginad: para darle más emoción no siempre sería la misma tecla, sino que tendrían que encontrarla. Aún más complicado: sólo daría calambre dentro de una determinada palabra clave, desconocida y que deberían averiguar, lo que les obligaría a escribir hasta caer rendidos. No me he dedicado a investigar sobre blogs gores aunque me extrañaría que no existiese una comunidad, eso sí, seguramente privada).  A mí simplemente me encanta escribir. El sadomasoquismo no es lo mío y  mi ordenador es relativamente inocuo, aunque ya se sabe que hay palabras que las carga el diablo. La pega de mi inocente excusa es que el disfrutar enlazando frases no explica qué es lo que me impulsa a compartir el resultado. ¿Mi entusiasmo desatado? ¿O acaso será un mecanismo de control de la cordura que evita que hable conmigo misma y me deje arrastrar por mis propios desvaríos?

2. Me lo han pedido. Muy cómodo eso de echar las culpas a los demás, aunque en mi caso sea una afirmación cierta. Tan cierta como que ni siquiera fui yo la que creó mi cuenta de blogger. También lo es que los pobres que lo hicieron no sabían lo que se les venía encima. Me conocían previamente y sabían de mi entusiasmo, por lo que la reacción causa-efecto no debiera haberles pillado tan desprevenidos. Aún así superé las expectativas: un post diario (éste en concreto hace el número 800), unos cuantos archivados en reserva y, lo que no se esperaban: un mensaje de aviso y buenos días a horas aún intempestivas. Ese dichoso mensaje que ha obligado a mis familiares y amigos a apagar la señal de sus smartphones por la noche para no oír su pitido antes que el del despertador. A pesar de todo cuando traté de abandonar esa molesta costumbre, segura de que muchos me lo agradecerían, me encontré con un montón de reclamaciones al respecto. Así que puedo quitarme un peso de encima y afirmar que no es culpa mía (al menos no del todo).

3. Deseos de agradar (¿quién no los siente de vez en cuando?). Por muy huraño que se sea no creo que haya nadie que escoja voluntariamente ser criticado e impopular de manera permanente, aunque hay que asumir que no es posible gustar a todo el mundo. Este punto es positivo porque obliga al escritor a esforzarse por buscar en sí mismo lo mejor de su carácter, para poder así plasmarlo en sus escritos. Me gustan los cuentos, pensar en cosas bonitas y contarlas. Trato de publicar historias que hagan soñar y contribuyan a levantar el ánimo porque, según lo veo, la base para resultar agradable es conseguir que los demás se sientan un poco mejor consigo mismos gracias a ti (algo que encaja con la profesión de médico). Dentro de este mismo apartado habría que incluir los arrebatos: hay cosas y momentos que te llenan hasta rebosar por cada poro, es imposible contenerlos y estallan en una onda expansiva que se procura prolongar y estirar por todos los medios.

4. Sentido del humor: Las situaciones ridículas se llevan mejor con unas risas y ¿quién no cae en el ridículo más embarazoso en alguna ocasión? Si no se quiere ofender a nadie hay que empezar por reírse de uno mismo, aunque también los hay que triunfan con escritos envenenados que no dejan títere con cabeza, y quien cree que el éxito está en quedar siempre por encima, demostrar la superioridad y, claro, luego no entienden por qué no lo alcanzan. Sé que mi teoría es muy bonita sobre el papel pero es evidente que hace aguas. Menos mal que el sentido del humor hace más llevaderos los chascos. Son muchos los que no comprenden el sarcasmo y la ironía y se ofenden con facilidad ante cualquier desahogo en esa línea. Como he dicho en el punto 3 no es posible agradar a todo el mundo y prefiero disfrutar de la libertad de expresarme a mi gusto que de la popularidad.

5. Batiburrillo de complejos:  Empecemos por el complejo de inferioridad, ese de "si no lo pusiese en un post nadie me escucharía". En teoría siempre queda la opción de no leerlo pero, a la hora de la verdad, los que figuran en mi lista lo tienen difícil para escaquearse. Soy insistente (eufemismo de pesada) y me las he ingeniado para darle la lata a todo el mundo. ¿Por qué lo hago? ¿Acaso es tan original mi opinión? (volvemos a eso de ser únicos, aunque en este caso es otro eufemismo, el de narcisismo). Sinceramente creo que mi filosofía es bastante prescindible pero lo que sí me gusta es conocer la de aquellos con mejor materia gris cuando me dejan en los comentarios una reflexión mucho más profunda que la de mis divagaciones (¿padezco de ansia de conocimiento? por desgracia no soy tan aplicada). El último complejo a valorar es el de la timidez: el blog sólo supone una relación con una pantalla, sin verle la cara nadie. Hay cosas que se escriben para uno mismo, que jamás se contarían en una conversación y que, sin embargo, dentro de un blog aún conservan algo de su carácter íntimo y privado. Es paradójico pero así es. No sé si con el tiempo servirá para enfrentarse al mundo con más seguridad.  Como veis este punto está lleno de buenas razones.

6. Comunicación. Soy rarita (¿única?) y quién sabe si mis rarezas y manías se comprenden mejor gracias al blog o, por el contrario, lo que consigo es parecer una auténtica extraterrestre. Claramente no soy buena en este punto, las relaciones sociales no son lo mío, nunca lo han sido y lo demuestra el hecho de que sólo respondan a mis diatribas algunas almas caritativas. Eso sí, lo hacen generalmente con críticas positivas que me dan alas. Supongo que para el resto sigo siendo un bicho raro que les deja sin palabras.

7. Memoria: He convertido el blog en un refugio para la memoria familiar en el que almacenar los recuerdos comunes. También es un refugio para la propia, que a veces me falla (una lástima porque solía ser bastante buena). Me permite registrar los eventos especiales y destacar aquellas cosas que, dentro de la rutina diaria, se salen de lo habitual.

8. Otras de otros: hay blogs que son el escaparate de negocios o profesionales. No puedo hablar de ellos desde mi experiencia porque, evidentemente, no es mi caso. Tampoco creo que en sus motivaciones haya mucho que analizar, aunque sí que coinciden con la mayoría en lo de procurar ofrecer su mejor imagen. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Cristalizar el amor (Stendhal)

Hay amores de infancia, de adolescencia, de juventud y de madurez. Hablo de amor, no de meros romances que no prosperan, sino de esa atracción correspondida que se idealiza y cristaliza, capa a capa, en algo que se ajusta en mayor o menor grado a la realidad. Si cumple con las expectativas se afianzará, se convertirá en diamante. Si no, las dudas y la desconfianza terminarán por resquebrajarlo. Si la ilusión se rompe, los fragmentos se nos clavan y duelen. La herida tarda en cicatrizar. El amor puede surgir en un instante y con él nace el anhelo de convertirlo en eterno. Supongo que por eso el desamor es, habitualmente, un proceso lento: nos negamos a aceptar que nuestro cristal no se asemeja al original y nos cuesta olvidar nuestra fantasía.

A edades más tempranas a la personalidad aún le suele quedar un trecho por recorrer hasta definirse. No sé por qué su evolución se representa como unas líneas rectas que, o corren paralelas, o divergen. La vida no suele ir en línea recta sino que en el camino aparecen, además de repente, múltiples recodos que nos separan de nuestra trayectoria original. Cada giro puede hacer que nos crucemos con el otro, que nos acompañe o que nos alejemos. En esos puntos se establecen los rasgos de carácter y no siempre ambos son compatibles. Con la edad tomamos nuestro rumbo, viramos menos, pero también tenemos más claros los límites. Por nuestro sendero cabe menos gente.

El amor nos hace ver a las personas, al principio sólo lo mejor, luego como un todo, y también nos permite conocernos a nosotros mismos, qué es lo que deseamos, qué es lo que nos hace felices. Los desengaños nos enseñan a distinguir lo real de lo imaginario, son duros pero se aprende mucho de ellos. El amor es imparable, incontenible, aparece de repente, queramos o no. La edad sólo nos ayuda a construir mejor nuestra idea de cristal según el molde real. Hay quien lo consigue a los 16, a los 28 y quien no lo logra hasta los 40. En cualquier caso siempre es amor y merece la pena.

Aquí os dejo el texto de Stendhal que ha sido el germen de este post: 

Para los más jóvenes el amor es como un inmenso río que arrasa lo que se le pone por delante, se percibe como una corriente inquieta. No obstante una persona sensible ha adquirido cierta capacidad de autoconocimiento hacia los veintiocho años de edad; sabe que la felicidad que puede esperar de la vida le llegará a través del amor; de aquí que desarrolle una terrible lucha entre amor y desconfianza. El amor cristalizará despacio pero los cristales que sobrevivan a la dura prueba, en la que el espíritu se enfrenta cara a cara al más atroz de los peligros, serán mil veces más brillantes y perdurables que los de los dieciséis años, cuyos privilegios se limitan a la felicidad y la alegría. Así, el amor tardío será menos divertido pero más apasionado. Stendhal.

For the very young, love is like a huge river which sweeps everything before it, so that you feel that it is a restless current. Now a sensitive person has acquired some self-knowledge by twenty-eight; she knows that any happiness she can expect from life will come to her through love; hence a terrible struggle develops between love and mistrust. She crystallizes only slowly; but whatever crystals survive her terrible ordeal, where the spirit is moving in the face of the most appalling danger, will be a thousand times more brilliant and durable than those of the sixteen-year-old, whose privileges are simply happiness and joy. Thus the later love will be less gay, but more passionate. Stendhal.

domingo, 20 de octubre de 2013

Piratas

Lucía estaba preocupada: su hermano Pablo era un pirata y, como tal, llevaba un precioso parche en el ojo que era la envidia de sus compañeros de clase. El pequeño estaba encantado y sus padres lo tomaban como un juego sin darse cuenta de lo grave de la situación. ¿Qué pasaría si los malvados corsarios acudiesen a reclamarlo? Pretenderían llevárselo para embarcarlo. ¿Cómo evitarlo? Podría explicarles que no era más que un chiquillo. No, eso no lo entenderían. Para ellos cualquiera que se mantuviese en pie sobre la cubierta era capaz de ejercer de grumete.

Todas las noches el niño se acostaba ajeno al peligro que corría. Lucía se dormía con un ojo abierto y otro cerrado, pendiente del menor ruido. No es que esperase que los piratas llamasen a la puerta. La experiencia de Peter Pan le había enseñado que preferían infiltrarse en los hogares a través de sus ventanas. La niña comprobaba los postigos, las cortinas y las persianas para que no penetrase ni un resquicio de luz. Mejor no darles pistas. Claro que sus padres no colaboraban como debieran y, en cuanto se despistaba, abrían la habitación para que se airease. Lucía se metía en la cama inquieta. A lo largo de la noche el cansancio del día le pasaba factura y se hundía en un sueño profundo, menos alerta que lo que requería su guardia.

Afortunadamente, la noche que escogieron los filibusteros para abordarles, Lucía aún no había alcanzado esa fase de inconsciencia. No se delataron al entrar, por la ventana según lo previsto, sino al apoyar sus patas de palo sobre la tarima: tac-tac-tac-tac... Sonaba igual que un tablao flamenco en pleno zapateo, aunque curiosamente no despertaron a ningún otro habitante de la casa.

La chiquilla corrió a la habitación de Pablo y entreabrió la puerta. La escena era de pesadilla: corsarios sucios y malencarados con pañuelos en la cabeza,  pendientes y unos horribles parches sobre su ojo derecho (seguro que no sabían cómo usarlos y no se los habían cambiado nunca de lado, pensó Lucía). Todos iban vestidos con ropas raídas y armados con garfios, sables y puñales. Se habían dado tanta prisa que uno de ellos ya estaba inclinado sobre su hermano y a punto de agarrarle.

No le sobraba el tiempo, tenía que actuar ya para rescatar a Pablo antes de que fuese demasiado tarde. Abrió la puerta:
- ¡Dejad a mi hermano inmediatamente sobre su cama!- ordenó con el mismo tono que su madre usaba cuando la regañaba, aunque, por desgracia, sobre los bucaneros no surtió el mismo efecto sino que con su amenaza despertó la hilaridad de los piratas.
- ¡Os lo aviso! Estoy enfadada y si no me obedecéis lo pagaréis caro - insistió.
Las risas se convirtieron en carcajadas. Aquellos hombres no debían de estar acostumbrados a reírse, sus alaridos resultaban incluso macabros.

Lucía aprovechó la ocasión. Se lanzó como una flecha hacia sus patas de palo para derribarles. Cayeron apilados unos sobre otros. Ellos mismos empeoraron su situación al pretender levantarse todos a la vez. Sus sacudidas les entorpecían y se enredaban aún más entre sí. En ese estado eran vulnerables y la niña no desperdició su ventaja. Para rematar su hazaña agarró almohadones, cojines, muñecos, pelotas y balones y les bombardeó con ellos. También les hizo cosquillas, como las que le hacía a su padre, sabía que con eso les dejaría indefensos. Los filibusteros se retorcían en el suelo y se clavaban sus propios codos y rodillas. La pequeña insistió  hasta que, entre los quejidos y las risas, emitieron súplicas de piedad.

- Os dejaré en paz pero con una condición: no volváis nunca más - concedió Lucía.
- De acuerdo, aunque eso no resuelve tu problema: si no somos nosotros, vendrán otros - le informó uno de los bucaneros.

La pequeña no había contado con eso. ¿Y si a los próximos no les oía al entrar? ¿Qué hacer? La solución se la propuso el mismo pirata.
- Nosotros podríamos evitarlo y defenderos en caso de ataque.
- ¿Y cuál sería el trato?- indagó Lucía, segura de que tendría un precio.
- En lugar del prisionero nos llevaríamos un botín - le contestó otro corsario.

¿Un botín? Lo único que tenía era una hucha en la que guardaba su paga y lo que le daban los abuelos. Corrió a buscarla para entregarles sus ahorros.
- Esto es lo único que tengo. ¿Es suficiente?
Los piratas negaron con la cabeza.
- El dinero no sirve de nada en el mar. No hay quien negocie con los peces - le explicaron.
- Entonces ¿qué queréis? - les preguntó.
Al parecer los hombres ya lo habían decidido.
- Queremos parches bonitos como los de tu hermano.
- ¡Y ron!- añadió otro. Esa nueva propuesta fue recibida con aplausos.

La niña bajó a la bodega. No había demasiado ron, sólo un par de botellas. Las cogió e incluyó en el lote unas cuantas de jerez, de las que tenían varias cajas.
- Este es todo el ron que hay en casa - se justificó. - Mis padres prefieren el jerez.
- Lo probaremos y, si nos gusta, sellaremos el trato.
Abrieron una de las botellas y la hicieron circular entre todos.
- Delicioso - dictaminaron. - Necesitaremos más.
- Sin problema. Si alguien me ayuda subiré una caja entera.
No le faltaron voluntarios para la tarea, ni tampoco para dar cuenta del contenido.
- Aún nos faltan los parches - le recordó uno de los corsarios.
Lucía abrió uno de los cajones de la cómoda. Tuvo la precaución de esconder un paquete de repuesto para Pablo y entregó el resto a los piratas que montaron una batalla campal para repartírselos. La chiquilla se vio obligada a intervenir. Organizó un sorteo. Gracias a esa idea puso paz y evitó víctimas y malheridos.

Los bucaneros se despidieron felices. Desde su cama, la niña les miró alejarse. Recorrieron la pasarela de su barco dando tumbos, con sus parches nuevos y una botella en la mano. Estaba cansada. Había sido una noche larga. ¿Qué cara pondrían sus padres cuando les contase su aventura?


viernes, 18 de octubre de 2013

La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero

"La ridícula idea de no volver a verte" es un libro fascinante, distinto, lleno de recuerdos y reflexiones de Rosa Montero puestos en paralelo con la vida y las palabras de un diario íntimo de Madame Curie tras la muerte de Pierre Curie. Habla de escribir y de cómo las palabras transforman al escritor cuya realidad depende no sólo de los hechos sino también de su expresión, motivo por el cual este libro era algo necesario para su autora. Habla de vida y de muerte, de cambiar, de crecer con cada experiencia, de empuje para seguir aunque no se olvide. Habla de amor y de pérdida, de elección y cómo nos afecta, de valores y prioridades. Es un libro personal tanto para la escritora como para el lector. Rebosa sinceridad, optimismo y sentimientos.

Las ideas se hilan unas con otras con tanta agilidad que parecen fluir solas. Es un libro profundo que se lee con facilidad. Posee la ligereza de la madurez. Engancha desde el principio porque te identificas con lo que cuenta, porque te hace pensar, te emociona, te sorprende y te admira.

jueves, 17 de octubre de 2013

Movilidad exterior

Movilidad exterior es el eufemismo que la ministra emplea para denominar la emigración de jóvenes fuera de nuestras fronteras. No van a descubrir el mundo, no comparten el espíritu explorador ni aventurero de los viejos conquistadores. Simplemente son jóvenes, son trabajadores preparados, con ganas de trabajar y sin oportunidad de hacerlo.

Son valientes y emprendedores, gente con empuje que ha movido hasta su última ficha por el territorio español antes de tomar la decisión de salir de él. El concepto de territorio español es muy amplio en este caso, incluye cualquier empresa con esa nacionalidad. No importa que luego haya que viajar hasta Alemania y pasar un invierno a la intemperie, a 20 grados bajo cero, en medio de un campo cubierto por un metro de nieve, para instalar sobre la tierra helada, con los dedos al borde de la congelación, unas placas solares que, a pesar de su nombre, apenas verán el sol.

Se arañan trabajos intermitentes, se acumula experiencia. El curriculum aumenta a base de energía, explosivos, obras, minas y carreteras. Sin embargo, cada punto y aparte es otra empresa que cierra hasta que, al final, no queda nada ni nadie.

Son jóvenes para los que no existe la palabra rendirse. Queda la aventura de salir, de llegar a un país desconocido y luchar por abrirse camino. Es como lanzarse al vacío, soltar lazos, dejar atrás familia y amigos aunque el corazón se parta en mil pedazos con la partida (¿es de ahí de dónde viene el nombre?). Son soñadores al tiempo que pragmáticos. Su coraje es digno de admiración. Son la esperanza. Su marcha es, en realidad, una inmensa pérdida.

¡Buen viaje Andrés!

miércoles, 16 de octubre de 2013

Venta especial Qüin

¿No os parece una buenísima noticia? (a todos salvo a House, y a mi asistenta, que saben que mi armario está empaquetado a presión, más que un armario se diría que es una gran maleta).
¿No os apetece algo nuevo, distinto y favorecedor para el cambio de temporada?
¿Tenéis en perspectiva alguna boda, comunión, cena de empresa, fiesta de Nochevieja o cualquier otro evento y en el armario no encontráis que poneros? ¿Acaso habíais pensado repetir modelito y convertiros en las víctimas de la harpía de la fiesta? ¿Para qué ponérselo en bandeja? ¿No es mejor que se atragante con la hiel de su envidia?

Aunque sólo sea por cotillear y ponerse al día de tendencias ya merece la pena darse una vuelta.

Dudas y temores

"El Grito" Munch
Con frecuencia se confunde la sombra del alarmismo con la virtud de la previsión. Los que lo hacen se ponen en la peor situación que puedan imaginar, por remota que esta sea. Muchos pacientes o familiares desean saber qué hacer ante una complicación quirúrgica cuando, en ocasiones, ni tan siquiera han pasado aún por el quirófano, ni tampoco se prevé que lo vayan a hacer en un futuro próximo si se cuidan cómo se les indica, ya que sus lesiones sólo precisan vigilancia periódica. Eso sí, aunque son capaces de plantear todo tipo de preguntas, basadas con frecuencia en experiencias de conocidos de sus vecinos, si lo que les dices es que deben dejar de fumar para no llegar a la cirugía, se bloquean, no son capaces de concebir su vida sin tabaco y hasta que no se encuentran al lobo delante no se deshacen de la criminal cajetilla (y muchos no lo hacen ni por esas).

Si un cirujano entra en quirófano con la cabeza puesta en todos los problemas que pueden surgir, lo normal es que casi ni se atreva a dar el primer corte y se pase toda la intervención con el alma en vilo. El miedo bloquea y no ayuda a reaccionar ante los imprevistos, no hay que confundirlo con la prudencia. Hay que identificar las estructuras y asegurar los puntos clave que puedan causar complicaciones serias. Una vez tomadas esas precauciones se tira hacia adelante con decisión, especialmente en los pasos en los que la disección plantea unos riesgos mínimos (siempre con la premisa de que incluso lo más sencillo es susceptible de complicarse). Hay que tener en cuenta que marear la perdiz no sólo prolonga el tiempo quirúrgico sino que este es un factor de morbilidad para el paciente.

Aunque no hay que ser determinista tampoco hay que perder el tiempo, ni el humor, con divagaciones pesimistas que no llevan a ningún lado. Ya lo cantaba Doris Day en El hombre que sabía demasiado de Hitchcock.




martes, 15 de octubre de 2013

El encanto del zapato

Soy un icono, un zapato de cristal. Mi creador no se limitó a diseñarme, sino que forjó toda una leyenda a mi alrededor. Una leyenda necesaria para despertar el deseo de lucirme y que me convirtió en objeto de culto.

Mi forma de escarpín es engañosa, mi función no es caminar. Tampoco soy un zapato de baile, aunque me concibieron para asistir a uno. Mi belleza deslumbra, conquista. Mi historia me convierte en irresistible. Soy el símbolo de una transformación. No importa mi rigidez, ni el dolor del roce de la piel contra el cristal del que estoy hecho. Al contemplarme a sus pies la vida de la mujer que calzo cambia, se convierte en una princesa. Gracias a mí obtiene la promesa de un romance y la de ser hallada, al fin, por su príncipe azul.

Es una gran responsabilidad. Al principio traté de huir de ella. Lo logré, me liberé y, con las prisas, me vi abandonado en medio el camino. Mi independencia fue breve. Nos perseguían y mi fuga selló mi destino. Unos pasos se acercaron y una mano me recogió. Allí empezó mi periplo y con él el mito. En un gesto cortés, se publicaron edictos para encontrar a mi dueña, o en su defecto una sustituta de ella. Yo era la única referencia. Es entonces cuando pasé a ser víctima de mi propio encanto. Día y noche, todas las doncellas del reino acudieron a mí con la esperanza de demostrar que les pertenecía, aunque jamás hubiese sido suyo. ¿Quién habría sospechado tal falta de honestidad? Bastaba con encajarme en su pie para pasar a ser de su propiedad y junto a mí se incluía la promesa de un romance real. Un pie era largo, el otro ancho, el que no tenía juanetes, me hincaba sus callos. Esos no eran lo peor, sino los que no conocían el jabón, por no mentar la pedicura. En algunos dudé si aquello era un pie, o una garra de águila. Lo que sí sé es que no repetiría la experiencia.

Soy incómodo, soy pequeño y muy estrecho. A pesar de ser duro, soy frágil. Mi cristal es indomable y, cuando me rompo, mis esquirlas se clavan y abren heridas que causan dolor. No importan las dificultades que planteo, soy un objeto de deseo. Soy un sueño y soy hermoso y aunque se me dé alcance, no siempre me ajusto a cada aspirante. Si encajo soy delicado, pero no hay que confiarse. Conmigo hay que andar con cuidado, sin precipitarse y sin distraerse para evitar perderme.

lunes, 14 de octubre de 2013

Perros con ángel

Cuando afirmo que mi prima Pal tiene ángel estoy cometiendo un error. En realidad es un ángel y somos los demás los que, gracias a ella, tenemos uno a nuestro alrededor. No exagero movida por mi amor de prima, sólo hay que analizar los hechos, y a ellos me remito, para sacar esa conclusión.

El primer punto es que es hija de otros ángeles (cuestión sobre la que hay unanimidad en la familia), y ya se sabe que la herencia es un factor inapelable. Lo que está en los genes no hay forma de eludirlo.

Al igual que hacía mi abuelo materno, evita criticar y procura decir siempre algo agradable. A mi abuela le gustaba picarle y en las situaciones insalvables le desafiaba a que expresase su opinión. Hay una frase famosa en mi familia: "un poquito mejor que crudo". Es lo mejor que pudo declarar mi abuelo ante un guiso, no precisamente sabroso, de mi tía. Es una amabilidad natural, que sale sin forzar. Pal le une además la misma gracia que caracterizaba a la tita Inés. Eso contribuye a hacer que todo el mundo se sienta cómodo a su alrededor y desee estar con ella. A fin de cuentas ¿quién no disfruta al escuchar un halago sincero?

Conoció a su pareja en un colegio de niños marginales y con problemas en el que los dos daban clase, o lo intentaban. Ambos han hecho de su casa un hogar para perros desahuciados. Acogen pobres animales que han sido víctimas de abuso y malos tratos, que padecen enfermedades y que necesitan cariño y cuidados. Muchos son galgos aún más delgados de lo habitual, con un aspecto lamentable y con patologías en relación con el sobreesfuerzo de la caza y las carreras. El corazón se les dilata, y el pecho también para que quepa, no les funciona bien y entran en insuficiencia cardiaca. Las criaturas son muy agradecidas y les adoran. Eso no les induce a respetar su sueño. Entran a despertarles según aparece el sol, llenos de energías tras su descanso e insisten en salir a pasear. Al parecer sólo les disuade, y no siempre, el ver las almohadas volar por los aires en su dirección. No conviene sacarles sin que aprendan educación vial, no sea que la policía tenga que acudir a cortar el tráfico y así evitar que nadie atropelle al pobre animal que ha confundido la carretera con el galgódromo. Dentro de una casa de 60 m están un poco estrechos. Supongo que es por eso por lo que los dos perros que nadie quería y ellos adoptaron, decidieron sorprenderles y se pusieron por su cuenta a hacer reformas. Pese a carecer de herramientas, en una mañana avanzaron bastante. A su regreso mis primos se encontraron con la obra en pleno apogeo y un agujero en la pared. Lo arreglaron sin la ayuda de los canes y compraron un bozal para evitar nuevas averías.

No sólo sufren de problemas físicos. Tras su dura vida padecen ansiedad de separación y hay que educarles para que la superen. Lo logran hasta cierto punto, de lo que puede dar fe mi tío cuando su hija y su yerno van a Linares de visita. Los perros duermen con un ojo abierto y otro cerrado, cosa que es buena para montar guardia pero no tanto cuando uno tiene problemillas de próstata que le obligan a levantarse al baño en mitad de la noche. Encontrarse de madrugada con el efusivo recibimiento de los animales, en mitad de un pasillo a oscuras, dudo que le haga ninguna ilusión a las coronarias.

Los perros no son los únicos bichos que nadie quiere y ella adopta. Empezó su entrenamiento con un par de ratas, afortunadamente no de las de cloaca, sino unas ratillas blancas y negras parecidas a las que se usan en los laboratorios. A pesar de mi experiencia durante el MIR en el quirófano de cirugía experimental jamás se me ocurrió llevarme uno de esos bichos a casa (a hermanísima le habría dado un ataque). Creo que mis tíos agradecieron que mi prima ignorase la existencia de mis ratas operadas, aunque no dudo que para los animales el postoperatorio habría sido mucho más llevadero bajo sus cuidados.

PS: ¡Feliz cumpleaños Pal!
Sé que mi prima me agradecerá que añada que si alguien desea saber algo más sobre la acogida y la adopción de animales, o le apetece colaborar de cualquier manera puede visitar la página de Rivaanimal.



domingo, 13 de octubre de 2013

La loma

Anto miró con tristeza la pequeña loma que se interponía en el camino. No era más alta que un edificio y su base era demasiado estrecha para horadar un túnel a través de ella. Tenía orden de volarla al día siguiente para proseguir las obras. Había acudido a estudiar el terreno, a disponer la colocación de las cargas. No era una tarea complicada. No obstante, al observar la perfecta simetría de aquel relieve, se rebeló ante ella. Era un lugar no sólo hermoso sino sereno. No se sentía con ánimo de ser el responsable de arrasarlo.

Subió para valorar el entorno. Debía de existir alguna alternativa. El panorama que se abría a su alrededor no tenía fin: el mar, el cielo, los bosques, el macizo de la sierra... La pequeña colina dominaba el paisaje. Sobre la cumbre se alzaba un círculo de rocas planas recubiertas de musgo. Seguro que en la antigüedad se habían celebrado en él ritos de magia. Le sorprendió comprobar que se correspondían con otras, ligeramente más grandes y puntiagudas, que rodeaban la base del cerro. No sólo eso, sino que esas piedras marcaban con precisión la posición en la que debían ir los explosivos.

No deseaba marcharse, no deseaba que llegase la mañana siguiente. Decidió pasar allí la noche. Quizás el sueño le inspirase alguna idea que salvase la montaña, porque desde su cima la loma era digna de ser llamada montaña. Se sentó sobre una de las rocas. El sol se ocultó para dar paso a las demás estrellas. La luna ascendía por las laderas oscuras. Al llegar a la cumbre se detuvo sobre el centro del círculo. Anto la miró y la luna le devolvió la mirada. "Hazlo", le pareció entender, "yo no me moveré de aquí".

Se despertó sobre la piedra. Clareaba, pero la luna, tal y como había prometido, no se había movido de su sitio. Calculó la hora. No tardaría en llegar todo el equipo. Prefirió colocar él mismo los explosivos mientras les esperaba. Apenas había terminado el trabajo cuando oyó los frenos de los camiones al detenerse. Se acercó a saludarles.
- Todo está listo - les informó.
Los hombres asintieron. Se cubrieron con sus cascos y se alejaron para protegerse de la explosión. Anto fijó sus ojos en la luna antes de accionar el detonador.

Las cargas estallaron al unísono. El suelo tembló. Una nube de polvo envolvió el cerro y una grieta se abrió entre las piedras. La tierra se elevó desde la hendidura y empujó la loma hacia arriba. Las rocas puntiagudas apuntalaron las laderas. La colina se arqueó para acercarse a la luna.

Anto contempló la nueva montaña que se alzaba con una simetría perfecta. Un círculo de piedras la coronaba y, en su base, la bóveda de un túnel la atravesaba.

sábado, 12 de octubre de 2013

Comentarios

¿Cómo saber si lo que escribo le llega a alguien? ¿Cómo conocer los gustos de los lectores? ¿Cómo mejorar mi estilo? La respuesta es única: los comentarios. Para mí son más que un regalo.

Gracias a los que comentáis. Recibir halagos es siempre una satisfacción y confieso que no soy inmune a ellos. Son un incentivo que me estimula a seguir (por favor no dejéis de comentar para hacerme callar). No obstante no todo ha de ser halagüeño. Conocer otras opiniones ofrece nuevas perspectivas y supone, con relativa frecuencia, una fuente de ideas. Señalar los fallos ayuda a corregirlos y a mejorar, además de evitar perpetrarlos y perpetuarlos. La Señora es impagable como revisora de estilo. El catedrático me recrimina mi falta de aspiraciones, me recalca que el blog me resulta cómodo y fácil y que me distrae de cosas más serias. Sé que no le falta razón, aunque también pienso que sobrevalora mi potencial (es el sesgo de padre). No es falsa modestia, soy la primera a la que le gustaría ser tan brillante como él me considera.

Trato de crecer, de superar mis limitaciones, de escuchar más y aprender de aquellos a quienes admiro. Al menos esa es mi intención, aunque no siempre estoy en la disposición ideal para llevarla a cabo. Mi mejor modelo lo tengo en casa. House sí que es brillante. También es crítico y, a pesar de ser el más afectado por mis tardes literarias, se queja poco y es el que más se alegra cuando supero algún desesperante bloqueo.

viernes, 11 de octubre de 2013

Estandartes

Sólo los estandartes quedan en pie. En el paisaje gris no se oye más que el rumor fúnebre del aire que rasga sus telas. El resto es silencio, el silencio de la muerte, el silencio del dolor tras el fragor de la batalla. No resuena el eco sordo de los cañones. Callaron las explosiones, los tambores y los gritos. La desolación ahoga, la soledad abruma. El humo sepulta el ambiente, un humo quieto, sin fuego, un humo de pesadumbre, de pólvora quemada y de tierra arrancada con violencia. Huele a sangre. Es la sangre que ha dejado de latir y se ha derramado al huir de los cuerpos que yacen en el suelo. Hay paz, una triste paz, la paz de las lágrimas que nadie llora porque nadie puede hacerlo. No hay vencedores ni vencidos. Sólo los estandartes quedan en pie.

jueves, 10 de octubre de 2013

Oktoberfest

Con la excusa de la Oktoberfest han puesto un stand de cervezas en la Plaza Central de la Vaguada y, con la excusa de hacer la compra, he pasado por allí y me han invitado a una cata. ¿Necesito más excusas? Pues tengo otra. He aceptado para así poder ilustrar a los lectores del blog, no he pensado sólo en mí. ¿Más justificaciones? No suelo beber cerveza, aunque no me resisto a una Grimbergen Dubbel, a una Negra Modelo o a una Alhambra 1925, y para desesperación de House lo que sí suelo hacer es probar un traguito de su vaso.

Como buena alumna he sacado mi libreta para coger apuntes, otra cosa es que ahora entienda mi propia letra para transcribirlos aquí. He sido tan aplicada que he conseguido el título de Experto Cervecero Junior y tengo un diploma que lo atestigua. Conozco a la mayoría de mis lectores, no son otros que mi hermosa familia, y sé que todos sabéis de cervezas mucho más que yo, pero ninguno posee un título que certifique sus conocimientos.

Nuestro maestro cervecero del día, Gonzalo, ha comenzado con una introducción. Nos ha hablado de la historia de la cerveza, cuyo origen se remonta a hace más de 6000 años, en concreto a la civilización sumeria (los mismos que introdujeron la escritura) que empleaban nada menos que el 40% de su producción de cereales en la elaboración de cerveza. Los egipcios incluso mencionan la cerveza en su Libro de los Muertos. Su introducción en Europa se debe a los griegos y su popularidad a los romanos, especialmente en el centro y norte del continente. El cultivo de la cebada se adaptaba mejor a los climas fríos y la uva a los países mediterráneos. La cerveza no sólo se extendió por Europa. Los chinos elaboraban una bebida similar a base de arroz. En América los aztecas e incas partían del maíz.

Fue la Revolución Industrial lo que hizo posible su comercialización gracias al uso de máquinas de vapor para su elaboración, la posibilidad de conservación y refrigeración y su embotellado en vidrio. La cerveza cruzó fronteras tras Pasteur y su pasteurización, que destruía las bacterias que crecían junto con las levaduras y corrompían la cerveza.

El ingrediente principal de la cerveza es el agua (un 92%) a la que se le añade la malta germinada de cebada, tostada o sin tostar, (aunque ya he comentado que también se utilizan otros cereales) que fermenta por la acción de levaduras. Luego se cuela y se le añade la flor hembra sin polinizar del lúpulo, una planta aromática que le proporciona su característico amargor.

Hay 2 tipos de cerveza en función de su fermentación:
1. Ale o de fermentación alta: El proceso de fermentación se realiza a temperatura ambiente y las levaduras quedan en la parte superior del líquido. Se obtiene una cerveza con más cuerpo.
2. Lager o de fermentación baja: Fermenta a baja temperatura y las levaduras se depositan en el fondo. Es una cerveza más libera.

Dentro de estos 2 tipos encontramos diferentes estilos: Pilser, Pale, Abadía, Porter, Stout, Lambic...

Tras la parte cultural pasamos a la cata en la que debíamos evaluar las características organolépticas (visuales, olfativas y gustativas) de 3 cervezas diferentes.

La primera fue la Guinness Draught. Es de fermentación ale. Se sirve en vaso de pinta en dos tiempos. ¿Por qué dos tiempos? Porque es una cerveza nitrogenada y precisa un periodo de "swirling" en el que el nitrógeno se sustituye por carbónico (la otra versión de Guinness, la original, es carbonatada y no necesita esperar). Hay que inclinar el vaso 45º y verter la cerveza hacia el arpa dorada dibujada en el cristal del vaso original. Al llegar a la altura del arpa en cuestión es cuando hay que esperar los 60 segundos antes de añadir el resto de la cerveza (se supone que el tiempo ideal de servicio son 119,5 seg).
Visualmente presenta un color rojizo oscuro con una espuma espesa de tono marfil y burbuja muy fina y persistente. Conviene tomarla a una temperatura de 4-5º. Emite aromas de café, regaliz, ahumado y un matiz aceitunado del lúpulo. Para catarla hay que tomar un primer sorbo que inunde las papilas gustativas y un segundo sorbo en el que analizar los sabores. En boca el tostado le da un ligero dulzor en la punta de la lengua, muy poca acidez (en los laterales) y un amargor característico que se percibe en la región posterior de la lengua.

La segunda cata correspondió a una Paulaner. Es una cerveza ale que contiene un 40% de malta de cebada y un 60% de trigo malteado sin tostar (en la dorada) o tostado (en la Dunkel). ¿Sabíais que el 50% de la cerveza que se consume en la Oktober Fest alemana es Paulaner? Se sirve en vasos alargados de flauta que hay que inclinar hasta una posición casi horizontal porque produce mucha espuma. Es una espuma de burbuja grande y poco persistente, muy blanca y ligera. Contiene levaduras y hay que guardarla en posición vertical. Es turbia y debe servirse en dos tiempos. En el primero se vierte un 70% del líquido. El contenido restante se mueve ligeramente en círculo para recoger las levaduras y se añade entonces.

La Paulaner Dunkel presenta un aroma muy frutal, de plátano, piña y manzana, con olor ahumado por el proceso de tostado y especia de clavo que resulta muy refrescante. En cata es más cítrica que la Guinness, lo que se percibe como mayor acidez en los laterales de la lengua y con regusto frutal.

La última fue la Afflingem. Es una cerveza de belga de abadía, de tipo ale que además sufre una segunda fermentación en botella (se le añaden levaduras al embotellarla y eso le suma unos 0.3º de alcohol y algo de carbónico). Es una cerveza muy vivaz, con mucha actividad en el vaso. Hay varias versiones: Blond, Dubbel (tostada), Tripple (rubia con más graduación).
Se sirve en copa de caliz. Se vierte con una inclinación de 45º y se deja el 10 % final en la botella, que contiene las levaduras. Este 10% se puede servir en una pequeña copa aparte o junto con el resto de la cerveza. Debe almacenarse en vertical.
Es una cerveza turbia, con espuma blanca de burbuja pequeña. La Dubbel es ámbar con espuma ligeramente más oscura. En nariz es dulce con aromas tostados de caramelo y regaliz. En boca posee un amargor característico que recuerda a la cáscara de naranja con matices muy reconocibles de regaliz.

La cata duró casi una hora y fue tan entretenida que se me pasó volando. Os recomiendo que releáis este post cuando probéis alguna de las cervezas comentadas para valorar mejor sus propiedades.

Os añado una recetilla por si alguien se anima a intentar preparar su propia cerveza: 

CERVEZA CASERA
Ingredientes (para 10 personas)
10 litros de agua
500 gramos de cebada
500 gramos de azúcar rubia
250 gramos de maíz amarillo
13 gramos de lúpulo
13 gramos de levadura de cerveza

Elaboración
En una olla grande se pone el agua, la cebada y el maíz amarillo y se deja en remojo unas 4 horas. Luego se le agrega el azúcar y el lúpulo y se hierve durante 2 horas. Se retira del fuego.
Estando aún tibio se mezcla con la levadura, bien diluida en un poco de agua. Se tapa la olla y se deja reposar 48 horas en un lugar fresco para que fermente.
Al terminar, se filtra el líquido a través de un tejido de malla de hilo espeso y se envasa en botellas que han de cerrarse herméticamente.
Se guarda en lugar fresco y a la sombra. A los 6 días estarán listas para beber.

Si se desea hacer cerveza negra sólo es preciso tostar la mitad de la cebada y mezclarla con la segunda mitad sin tostar. El resto del proceso de elaboración es idéntico.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Consultas y consultas

La consulta no sólo consiste en la labor profesional de escuchar y explorar al enfermo, sino que además existe una interacción personal con los pacientes y sus acompañantes que, en ocasiones, resulta de lo más curiosa. El motivo de consulta puede convertirse en algo secundario y la conversación derivar hacia otros temas. Es algo que pasa con el tiempo y la confianza aunque también sucede de manera fortuita con alguien extremadamente sociable que descubre en ti algo que le interesa. Comentar libros, ropa o pendientes en lugar de sólo enfermedades descarga el ambiente. Hay momentos de risa, puede que suene poco apropiado pero así es, y es una suerte que así sea porque son momentos que rompen la rutina y se agradecen. Son muchos los enfermos que, a pesar de sus problemas, también tienen sentido del humor. Paradójicamente suelen tomarse mejor las cosas los que sufren de algo serio, que los que simplemente padecen de aprensión.

La psicoterapia no sólo forma parte de la visita médica sino que, en muchos casos, es lo primordial. Son pacientes que acuden con la idea de soltar sus problemas, no necesariamente de salud, y entablan un monólogo en el que narran su vida, obra y milagros. Sólo pretenden liberarse, les basta con tener a alguien delante (no les importa si les presta o no atención). A veces es el acompañante el que anda falto de emitir su cuota de palabras diarias. Puede suceder que ambos (generalmente ambas) exploten a hablar a la vez, tras acomodarse en las sillas de la consulta. Si ninguna de las ponentes precisa pararse a respirar se vuelve imposible meter baza en su discurso, ni siquiera nuestra auxiliar más locuaz, con una tasa de éxito del 99,9%, lo logra. No sé si es la sonrisa alucinada de nuestros rostros la que las anima a seguir, o que rara vez se topan con un público al que dirigirse, y menos aún con uno mejor dispuesto, o más resignado. Se marcharán cuando se les agoten las palabras, no antes.

Otros enfermos asumen sus patologías con desparpajo. Nos alegran el día, su paso recarga las pilas y es siempre un placer verles. Si pasan 18 veces por quirófano, en las 18 hacen reír a todo el personal con sus ocurrencias, y especialmente con su modo de expresarlas. Le imprimen un toque tierno y pícaro a todas sus opiniones, saben bromear con gracia y cada nueva experiencia les supone una fuente de anécdotas para emplear en el futuro.

martes, 8 de octubre de 2013

La máscara de la luna

Cuando llega la noche y el sol se pone, la luna asoma su rostro entre los pliegues bordados de su quimono. Es una imagen difusa que apenas deja entrever su gesto inmutable, sus ojos profundos y su boca de sueño. ¿Por qué no se muestra con claridad? ¿Son esos sus verdaderos rasgos o lo que enseña es tan sólo una máscara de geisha? ¿Cómo es la luna tras su antifaz? ¿Qué es lo que la obliga a ocultarse?

La culpa es de un hechicero que se enamoró de ella hasta perder la razón. Deseó conquistar su belleza inalcanzable, cortar un mechón de sus cabellos irisados, reflejarse en sus ojos de mar y explorar sus labios. Mas para hacerse con ella, debía robársela al sol.

La luna y el sol se amaban. Nacieron unidos por sus destinos. Juntos aguardaban la llegada de la noche y, escondidos bajo su manto, se abrazaban. El sol la envolvía en destellos de estrella y la luna ardía bajo las llamas. Ninguno intuía que aquel calor también encendía los celos en el corazón del brujo.

Los dos astros vivían subyugados por su romance, ajenos al tiempo que marcaban sus paseos y a la mera existencia del universo. Ignoraban que el mago les perseguía, que les vigilaba día y noche, sin descanso, indiferente al resto, sólo pendiente de ellos. Preso en medio de un delirio, su pasión era su aliento y la fiebre su sostén. Un sonámbulo que jamás duerme sino que sueña despierto que vaga tras ellos, que cruza desiertos y atraviesa cordilleras extraviado en medio de un mundo que no ve. Sus pasos sin rumbo le condujeron hasta un lago, un espejo de agua, de estrellas, de montañas y de cielo. Los amantes se reflejaban en su lecho, inconscientes y abrazados en su sueño.

El hechicero avanza, camina a su encuentro por el agua, deja la orilla a su espalda. Su objetivo permanece frente a él, sin moverse y no obstante, a pesar de su progreso, no recorta la distancia. Se acerca mas no los alcanza. El lago se acaba. ¿En qué momento los ha dejado atrás? Reconoce su brillo en el cielo, oculto tras una nube. Los distingue en el fondo del lago. El mago regresa sobre sus pasos. No intenta llegar hasta ellos sino que con paciencia espera que la sombra de la nube se aparte del sol y cubra tan sólo a su adorada luna.

La nube envuelve la luna y el brujo alza en las manos su vara para lanzar su conjuro. Un rayo de hielo congela el agua, la nube y el astro dormido al fondo del lago. El mago se acerca, se apoya en la esfera adorada y, al fin, la abraza. Su cuerpo se enfría, se funde, se une a la cubierta helada. El sol tirita, el frío de la luna le despierta. La mira y la descubre cubierta de escarcha. Con un cálido beso libera la envoltura que encierra el cuerpo de su amada. El hielo asciende, flota un instante sobre el lago. Desde el cielo, y desde el fondo del agua, los astros contemplan el disco blanco y brillante, una máscara rodeada de oscuridad.

lunes, 7 de octubre de 2013

¿Tanques?

Un coche de lujo, mejor y más grande, se ha convertido en muchos casos no en una comodidad sino en un símbolo de riqueza que ratifica la presencia de su propietario en la élite de la sociedad. Por desgracia la urbanidad que debería acompañar las aspiraciones de nobleza no se vende junto con el mastodonte, sino que más bien se lleva a gala lo contrario. Si uno tiene un vehículo de esas características: ¿cómo va a resistirse a exhibir sus cualidades? Hay que hacer una demostración de poderío sólo equiparable al comportamiento de un hombre de las cavernas montado sobre un dinosaurio (valga el anacronismo). Conducir entre esa panda de homo erectus transformados en fieras se convierte en una atracción similar a la de una visita a Jurassic Park en plena estampida de Tiranosaurios rex.

Las marcas se aprovechan de las pretensiones de aparentar de estos individuos para sacar "verdaderos" tanques al mercado. Carros de combate de ciudad que avasallan, ya desde el retrovisor, al pobre conductor de un utilitario clásico y querido. Sin embargo están engañados. Aunque lo parezcan, no son tanques. Ya lo demostraron en Top Gear. ¿Cómo? Los enfrentaron.

¿Queréis verlo? (es buenísimo).



La conclusión final del episodio: "Si planeas invadir otro país, usa un tanque".