viernes, 3 de enero de 2014

Regalos accidentados

La guardia del día de Reyes en el hospital no es ningún regalo. Uno puede pensar que niños, padres y abuelos van a estar encantados con los juguetes que Sus Majestades les han dejado en sus zapatos. ¡Todo un nuevo mundo envuelto en cajas para descubrir y del que disfrutar! Estarán tan entretenidos que a ninguno se le ocurrirá acercarse por las urgencias del hospital. Con un poco de suerte ese día ni se acordarán de que los médicos de verdad existen. Unos muñecos con fonendos y batas blancas serán su único contacto con la Sanidad.

Los pediatras pasan una primera hora tranquila. Tras los caramelazos y accidentes varios de la Cabalgata, mucho más arriesgada de lo que el profano supone, durante la noche sólo les han molestado las urgencias de verdad. Pocos niños se arriesgan a quejarse por tonterías la noche de Reyes, no sea que se pierdan la mañana siguiente. Por un momento el residente novato se hace ilusiones. No sabe que es la calma que precede a la tempestad.  Por desgracia se desengañará en cuanto los chiquillos estrenen sus regalos. 

El día de Reyes es el escogido por la mayoría de las familias para enseñar a montar en bici a sus retoños. Con la emoción del momento, muchos chiquillos se lanzan a pedalear sin comprender bien el concepto de frenar y pocos han captado la técnica de apoyar los pies antes de caer. Tardan menos en probar el golpe que en avanzar un metro sobre su máquina. La bici no es ni el único ni el mayor de los peligros. También hay quienes deciden aprender a patinar, y en este grupo entran tanto niños como adultos. Por supuesto el adulto, no siempre avalado por la experiencia, le dará lecciones al más joven. El problema sobreviene cuando se calzan los patines y se empeñan en llevarlas a cabo. Se comprueba, dolorosamente, que la teoría y la práctica no siempre coinciden. Los más pequeños no están exentos de vivir emociones fuertes. El que un chiquillo aún no se haya soltado a caminar no le impide a nadie subirlo en una flamante moto de juguete, con motor de verdad, que no tiene fuerzas para sujetar. Todos le aplauden entusiasmados por su buena planta. Incluso le hacen fotos mientras el bebé, sin apoyos, se estrella de cabeza con su vehículo contra el suelo. 

A lo largo del día aumenta el número de visitas al hospital. La sala de espera se llena de heridos. Las vendas y escayolas proliferan como por un campo de batalla. Pediatras, traumatólogos, cirujanos, maxilos y radiólogos no dan abasto. A lo largo del día se elabora una lista mental de regalos poco recomendables. Poco a poco se incluye en ella todo lo que se conduce o se monta, lo que tiene ruedas o se balancea, lo que puede chocar, lo que es susceptible de arrojarse y lo que cabe por los distintos orificios del cuerpo. Cuando llega la noche la lista es interminable. La conclusión final es que lo único sensato son los libros y la ropa. 

3 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; pero mal asunto que los Reyes Magos sean sensatos, ¿no? En cualquier caso, la preocupación dado el panorama que pintas, es comprensible: jamás se me hubiera ocurrido contemplar ese día bajo esa perspectiva. En fin...

Un abrazo y hasta pronto.

Anónimo dijo...

Bueniiiiiiisimo. Podemos añadir s la lista la posibilidad de que personas como yo suframos un ataque de nervios debido a la locura pre-reyes que sufro todos los años.

Señora dijo...

Yo diría que hay otros juguetes inofensivos que pueden hacer las delicias de los más menudos. Recuerda los "nenucos" que lloraban a moco tendido y que a las doce de la mañana nos tenían machacados los oídos a todo el personal. O aquella tienda de campaña que le trajeron a las niñas, tus sobrinas, donde la única que se metía era tu hermana porque a las chiquillas les daba miedo; y cuando se les quitó el miedo no podían instalarla en su casa porque no les cabía, con lo que no había modo de que aquello generara ningún peligro. Tú haz un repaso por las mañanas de Reyes vividas en casa y verás la de cosas que pueden traer Sus Majestades que no tienen peligro (y que tampoco servían de mucha distracción).